|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Muchos dicen que cada pueblo tiene el gobierno que se merece, y otros recuerdan una sentencia del prócer cubano José Martí en similar sentido: “Pueblo que soporta a un tirano, se lo merece”.

Los conceptos anteriores sale a colación luego de que en la semana que acaba de terminar vimos lo que parece un nuevo paso en la degradación de la política mexicana, que en el mejor de los casos tendría como consecuencia un mayor desprecio hacia esa actividad que debería ser la más importante para lograr el desarrollo del país; y que en el peor sería el último paso hacia el abismo de un sistema de gobierno caótico, de un ambiente social casi totalmente viciado, donde el robo de los fondos públicos (que provienen de los bolsillos de nosotros los ciudadanos, no hay que olvidarlo) sea tan frecuente que ya no le importe a nadie; y en el que sea normal, entre otras atrocidades, que cientos de personas sean asesinadas cada mes, que la atención a la salud no pueda ser peor, y que la educación quede al arbitrio y antojo de cualquier remedo de profesor que quiera una chamba fácil con buena paga.

En efecto, la crisis que ocurre en el pseudopartido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) no sólo vino a ratificar lo que habíamos advertido, de que tal grupo no reúne los requisitos para ser un partido, y que nunca habíamos visto uno que haya nacido de una mezcolanza tal de gente de todas las ideologías habidas y por haber. Morena, asentamos, era o es más bien una agencia de colocaciones a la que han llegado personas bien intencionadas, sí, pero también otras que en la punta de sus valores éticos y morales tienen la búsqueda de su propio enriquecimiento.

Aunque no sea cierto todo lo que se acaba de decir de Morena en cuanto al reparto de candidaturas, los malos tratos que los líderes en el centro del país dan a los dirigentes en los estados son suficientes para sentirse decepcionado o, más grave aún, deprimido o hastiado de la política, que debería ser la mejor herramienta para alcanzar los fines más nobles, como por ejemplo el reparto equitativo de la riqueza nacional.

La forma en que dirigentes de un partido se pasan a otro de un solo brinco, sin vergüenza, sin explicación, debería desacreditar ipso facto al tal chapulín. Pero en muchos casos ocurre lo contrario, pues la “valentía” y “sabiduría” del vividor incluso atrae a otros aspirantes a vividores.

En fin, nos parece que las elecciones del 6 de junio próximo no se distinguirán por ser “las más grandes”, como se afirma en anuncios de radio y televisión, sino por ser las más desconcertantes, pues seguramente nos costará trabajo saber qué gallina puso cada huevo en cada una de las dos cámaras del Congreso, y por consiguiente no sabremos qué esperar de cada iniciativa que presenten nuestros legisladores, o el patrón de muchos de éstos: el jefe del Poder Ejecutivo.

¿Usted cómo ve todo esto?

Lo más leído

skeleton





skeleton