|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

En esta temporada hay días que parece que el mejor negocio del mundo sería armar una flotilla de triciclos, contratar a un grupo de empleados y sacarlos a vender granizados por las calles. Por si usted es de otro estado o país, los granizados se preparan con hielo raspado mediante rústica pero muy efectiva herramienta manual; el hielo así pulverizado se coloca en un vaso y se agregan diferentes jarabes, sobre todo de frutas, para darle sabor a este refrescante producto.

Tengo un vecino en Dzilam González que gana una buena parte del dinero que necesita su familia con la venta de helados. Muchos no saben que hacer helado no es tan difícil como podría creerse; incluso una tía ya nos explicó que ella sabe hacerlo, para lo cual usa utensilios básicos de la cocina, en tanto que el vecino que dije, que fabrica el helado y luego sale con su triciclo a venderlo, no bate los ingredientes a mano, sino que cuenta con un pequeño motor eléctrico adaptado a una batidora construida exprofeso.

A lo largo de la historia hombres y mujeres se las han ingeniado para lograr productos, comestibles o no, necesarios para mejorar su nivel de vida. Y eso lleva mi mente a una digresión que, a pesar de ser eso, no deja de tener interés y relación con lo que estamos diciendo.

Apenas en 2012, se reveló que un grupo pequeño de científicos había demostrado lo que hacía tiempo se quería demostrar: que existe la partícula denominada bosón de Higgs. Se trata de una partícula subatómica que, como afirman sus descubridores, cubre todo lo que existe en el universo, desempeñando un papel clave, que consiste en producir diferentes materiales (darles masa), dependiendo de con qué otras partículas se combine.

Me encantó leer ese día y en los siguientes acerca de la existencia de tan maravillosa partícula, pero en cambio me pareció chocante que todos los que escribieron acerca del tema tuvieron miedo, o quién sabe que otro sentimiento o pensamiento, porque no tuvieron el valor de explicar el sobrenombre que ya se le había dado desde años antes a ese elemento casi invisible e indetectable: La partícula de Dios.

Según leímos antes de que se concrete el descubrimiento definitivo, el sobrenombre hacía alusión a que la partícula está presente en todo el universo y avanza con la expansión de éste. Como Dios, entonces, es omnipresente y forma parte de todo lo que existe, visible o no para nosotros.

Con los últimos sorbos a mi granizado de piña, disgrego de nuevo y pienso que a lo mejor Dios vio que tenía yo mucha sed e hizo aparecer frente a mi casa al gordo y amable granizadero, con su triciclo adornado con botellas de jarabes, y con un cajón de madera que sirve de guarida, ante el intenso calor, a un bloque de hielo que se deja raspar para refrescarnos y deleitarnos. ¿No se le antoja un granizado?

Lo más leído

skeleton





skeleton