Optimismo versus la terca y triste realidad
Gínder Peraza Kumán: Optimismo versus la terca y triste realidad
Es fin de semana y uno sabe que debe tener buen ánimo después de varios días de trabajo. Pero la buena disposición no es suficiente, y mucho menos después de revisar las principales noticias que nos ofrecen los medios de comunicación impresos y digitales. Hay de todo como en botica, desde manipulaciones para “desaparecer” el dinero –nuestro dinero– que estaba asignado a fideicomisos importantes para la vida diaria de muchas personas, que fueron reasignados por órdenes del Presidente –es el caso de los niños que mueren de cáncer por falta de medicamentos–, hasta los apuros que pasan comunidades indígenas del estado de Campeche, a las cuales no les quieren pagar el derecho de vía por el uso de paso de sus tierras por el Tren Maya. El soberbio funcionario federal encargado del proyecto y que debería esforzarse por llegar a un arreglo con los afectados, afirma en cambio ante la prensa que la situación no significa nada para él, y en cualquier momento la puede resolver.
Después de dos años de obligado receso por la pandemia de coronavirus, hay muchos problemas para rehabilitar los salones de clases que deben usarse, según las autoridades federales, en unas pocas semanas para regresar a clases. El principal problema es que no hay dinero para pagar los trabajos, y que al parecer tienen prioridad los programas asistencialistas, en los que se “obsequian” $3,000 mensuales a todos los que estén inscritos.
Todo el que puede se inscribirá para recibir dinero gratis, de todos modos va a desaparecer, sin que a cambio se reciba nada, ningún beneficio para los ciudadanos que al menos deberían disfrutar de pequeñas obras y mejorías en sus comunidades que alegren la vista. Pero no hay nada de eso, a pesar de todo lo que digan los voceros oficiales la corrupción sigue haciendo desaparecer los recursos públicos y dejando sin servicios –de salud, de educación, de asistencia social, de guardería, etc.– a miles o millones de mexicanos, sobre todo los más pobres, que poca idea tienen de lo que debería ser el trabajo de las autoridades.
Para olvidar un poco todo esto, dicen algunos, salgamos a pasear, a relajarnos, a divertirnos con la familia, algo que también resulta difícil porque en muchas ciudades literalmente te acribillan a balazos sin deberla ni temerla. Ni un ápice han bajado los índices de violencia en el país, y hay que seguir tomando en cuenta el elevado peligro de contraer el peligroso y hasta mortal virus del Covid-19.
En fin, necesitamos toneladas de optimismo para tratar de vivir en un país que se nos desaparece como agua entre los dedos. Y lo peor es que no podemos hacer nada, y parece que nuestras autoridades tampoco.