Anécdotas literarias: el círculo perfecto de Giotto
Gínder Peraza Kumán: Anécdotas literarias: el círculo perfecto de Giotto
Las dos piezas de la paupérrima vivienda estaban prácticamente a oscuras; en la primera se podía caminar sin mucho peligro gracias a la luz solar que se filtraba desde la calle, pero en la segunda casi no se veía nada. Pues ahí, tirados en el suelo, algunos sucios por el barro formado con la tierra del piso y el agua con que alguien se había tomado un “baño”, había quizás una decena de libros. Tomé tres de los que se veían menos deteriorados, me los llevé y ahora, unos 45 años después, vengo a revisarlos, sorprendiéndome con su contenido como si fuera la primera vez que lo veo. ¿Cómo sé que no es la primera vez? Porque en muchas páginas hay marcas que hasta ahora utilizo para señalar palabras o frases dignas de recordar.
Los libros en el lodo formaban parte de la quinta edición, hecha en 1973, de la colección “Los clásicos”, o “Clásicos universales”, los cuales son un trabajo basado en textos que escribió y reunió el pintor y arquitecto Giorgio Vasari, y que fue Julio E. Payró quien hizo una selección, la traducción, un estudio preliminar y notas de la obra, cuyo título oficial es “Vidas de los más excelentes pintores, escultores y arquitectos”. También intervino un “Comité selectivo” integrado por figuras de la literatura como Alfonso Reyes, Francisco Romero, Federico de Onís, Ricardo Baeza y Germán Arciniegas.
Hago todos esos apuntes para apoyar mi afirmación de que muchos libros llegan a formar parte de nuestra historia personal, por diferentes circunstancias. En el caso del tomo que estoy releyendo, hay algo que a lo largo de los decenios me ha venido a la memoria varias veces, y es una anécdota que se refiere al gran pintor italiano conocido como Giotto, gracias a quien, se afirma en “Clásicos…”, el dibujo salió de una era de sombra y olvido de unos 200 años.
La anécdota cuenta que el papa Benedicto XI envió a las ciudades italianas a sus emisarios, para que entrevisten a los artistas, sobre todo pintores y arquitectos, y les digan que el pontífice los necesita para decorar la nueva Basílica de San Pedro.
Uno de los emisarios llega a entrevistar a Giotto, y le plantea la petición de Su Santidad, ante lo cual el artista le dice que tiene muchos encargos y no puede viajar al Vaticano. De todos modos el enviado de Benedicto XI le pide un dibujo para mostrárselo al Papa, ante lo cual Giotto hace lo siguiente: “toma una hoja de papel en la cual, con un pincel mojado en rojo, apoyando el brazo en el costado para hacer de él un compás, hace girar la mano para dibujar un círculo tan perfecto de curva y de trazo que era maravilloso verlo”.
Es fácil deducir a quién escogió el Papa para realizar las pinturas que quería a fin de adornar esa famosa basílica del Vaticano. En las 22 páginas que los recopiladores de la obra le dedicaron a Giotto hay más joyas, pero aquí se nos acabó el espacio.