Si con la tranquilidad hubiera trabajo y progreso…
Gínder Peraza Kumán: Si con la tranquilidad hubiera trabajo y progreso…
Apenas van a dar las 7:00 p.m. en Tizimín y la oscuridad ya cubre a toda esta ciudad mediana de Yucatán, que junto con Valladolid hace tiempo que debía haber formado un binomio, un tándem que reuniera los recursos naturales y las capacidades de su gente para generar economía suficiente que permitiese a los habitantes una vida cada vez mejor.
Mi Chata y yo tenemos a menudo la oportunidad de disfrutar del tranquilo ambiente de “la ciudad que cuidan los Reyes Magos” –como le dicen algunos– gracias a que tenemos dos nietas viviendo ahí, las cuales requieren de vez en cuando el cuidado de abuelos que garanticen su seguridad y su asistencia a la escuela.
La charla poco antes de la cena nos trae una nostalgia a todos, pero más al que esto escribe porque recuerda los tiempos en que tenía cuando mucho 12 ó 14 años de edad, una época en la que papá Venancio nos daba empleo de cargadores cuando no teníamos que ir a nuestras clases de bachillerato en el Instituto Tecnológico Regional de Mérida.
Mi nuera también se contagia de la nostalgia, recuerda su juventud y nos cuenta cómo su papá, al que todos conocen como Potón, se fajaba trabajando su rancho para que sus cuatro hijas estudiaran en la capital del Estado las carreras que habían escogido. En las vacaciones de julio y agosto las cuatro dedicaban el primer mes a ayudar a su padre y en la noche se quedaban a dormir en la casa con que contaba el señor Mena Marrufo en su agreste propiedad.
No todo era trabajo en ese período de 60 días, pues en el segundo mes las muchachas recibían permiso para ir a relajarse en la casa de madera que el ganadero poseía en el puerto de Chabihau, o también podían elegir ir a divertirse con sus tíos y primos en San Felipe, otro lugar de bellas playas, arena y cocoteros.
En medio de la calma que ya entrada la noche flota sobre Tizimín y la envuelve, los recuerdos vienen en veloces y grandes cantidades. La esperanza también llega y nos hace preguntarnos: ¿saldrán los habitantes del Oriente de Yucatán y de todo el resto de la entidad de la pobreza que ya se nos está haciendo costumbre? Caray, cómo me gustaría que volvieran aquellos hombres recios y tenaces para enseñarnos cómo es el trabajo duro que trae el verdadero progreso.
Siento la necesidad de rematar este sencillo trabajo con un fragmento (el final) de un poema escrito por el poeta, periodista y político venezolano Elías Calixto Pompa Pompa (14 de octubre de 1837-20 de diciembre de 1887), y que está contenido en su obra “Páginas de diversos colores” (1883). Nuestro director y profesor de secundaria Abraham Simón Vivas fue quien nos descubrió el valioso texto:
“…El pan que da el trabajo es más sabroso que la escondida miel que con empeño liba la abeja en el rosal frondoso; si comes de ese pan serás tu dueño. Pero si del ocio ruedas al abismo, todo serlo podrás, menos tú mismo”.