Un códice maya atrae a la muerte
Gínder Peraza Kumán: Un códice maya atrae a la muerte
El crepúsculo tiñó de colores el cielo. Las aves trinaban dispuestas ya a acomodarse en los árboles para pasar la noche. Los que se encontraban en el campamento se disponían a cenar. Manuel y Marcela se ubicaron en la mesa de Mayor, y Sandra se fue con los becarios, junto a Nahia.
“Sin códice no hay culpable”, se llama la primera novela de Fausto Franco Sosa, egresado de la Escuela Normal Superior de Yucatán, y también de la Facultad de Antropología de la Universidad Autónoma de Yucatán (Uady), y aunque en este último caso no tramitó su titulación, los conocimientos que tiene en esta materia son evidentes en la obra.
“Te voy a pedir un favor: cuando termines de leerlo, dame tu opinión”, pide Franco Sosa tras dedicarle un ejemplar del libro al periodista que firma esta nota.
Entre las aportaciones que podemos subrayar de la obra de 164 páginas está que fue escrita en una prosa limpia, precisa y concisa, aprovechando al máximo cada línea. Como el primer párrafo de esta reseña, hay otros bien logrados que en la lectura merecieron una marca, aunque no caben en este espacio.
Pero no podemos dejar de mencionar, de entre los giros de la historia, la escena en que los tres hermanos de uno de los personajes principales, el arqueólogo Manuel Rivera, le manifiestan a éste el desprecio que siempre le han tenido sólo porque él quiso irse a la ciudad para estudiar y ellos prefirieron quedarse en su pueblo.
El título del libro adelanta al lector el meollo del argumento, que es la desaparición de un códice maya que un equipo de arqueólogos mexicanos y españoles descubre en el sur de Yucatán. Dos de esos especialistas, uno mexicano, o más precisamente yucateco –Rivera–, y el otro español, representantes de la Uady y la Universidad Complutense de Madrid, jefaturan la expedición, pero el hispano aparece muerto a machetazos en una cueva, mientras que la preciada joya cultural al parecer ha sido robada.
Alejandro Euán, reputado investigador de la Fiscalía General de Yucatán, recibe el encargo de descubrir al autor o autora del asesinato y probable ladrón del códice, y para desgracia de Manuel ciertas pistas lo ponen entre los principales sospechosos, lo que llega a oídos de su madre y le causa a ésta un infarto fulminante.
Con gran dolor Rivera reconoce que se equivocó al tratar de resolver por su cuenta el caso, porque ahora el culpable de la muerte de su madre es él, según lamenta entre llantos delante de sus compañeros. “No pudo seguir hablando. El sabor de las lágrimas le anegó la boca”, dice el narrador.
Al final la verdad saldrá a relucir y se impondrá la justicia, no sin que antes la trama nos lleve dando tumbos de un lado a otro.
El libro se puede conseguir en el sitio de internet de la prestigiada firma Amazon. En nuestro sitio, ginderperazak.com, puede leer una entrevista con el autor de “Sin códice no hay culpable”