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Son casi las 7 de la mañana y ya el Astro Rey puede verse por encima del muro de la casa de enfrente y entre las ramas de un ficus y un almendro. Será un día muy luminoso y caluroso. Al abrir la puerta que da al porche entra un vivificante aire fresco, que invita a hacer una larga inhalación. A esta hora, y también en las primeras de la noche, el clima de nuestro ardiente estado es muy agradable. No nos vean en cambio entre 12 y 4 de la tarde, con hasta 41 grados a la sombra.

Tanto sacrificio, tanta reclusión voluntaria, consejos valiosísimos relativos a la medicina preventiva, ¿traerán algo bueno, nos dejarán buenos hábitos para la salud, nos enseñarán a cultivar el ahorro familiar, nos harán apreciar y cuidar nuestras riquezas naturales –de manera especial las reservas de agua subterránea con que contamos–, o nos harán vigilar más de cerca a nuestros gobernantes y políticos para que el dinero que programan cada año sirva efectivamente para construir hospitales, escuelas, centros de salud preventiva, carreteras y calles mejores, y etcétera?

Sobre su antigua pero bien cuidada camioneta, estacionada enfrente, bajo los árboles y cargando una nevera de madera de buen tamaño, forrada con zinc por dentro y llena de pescados, Licho el pescadero de Chelem se alista para iniciar una jornada de trabajo, vendiendo sus productos fritos o frescos. Y aunque la situación económica se degrada por las consecuencias del aislamiento social ordenado por las autoridades a fin de frenar los contagios del Covid-19, él y su pareja no se rinden, como no se rinden miles de familias que obedecen los llamados para quedarse en casa, y como tampoco se rinden quienes, a pesar de los consejos oficiales y de las súplicas de vecinos, conocidos y amigos, salen a la calle a tratar de trabajar, o salen, más imprudentemente, porque no aguantan estar encerrados y prefieren la libertad, aunque cuelgue sobre ellos la amenaza de una enfermedad muy dolorosa, o de la muerte.

Es tiempo de contingencia, y es tiempo de empezar a pensar qué haremos para recuperar el tiempo, dinero y empleos que se pierdan. Será una tarea muy dura porque la crisis económica que ha traído consigo la pandemia seguramente llegará a niveles graves.

Pero prevaleceremos. Nos recuperaremos y levantaremos con nosotros a los nuestros. Confiamos en que también aprovecharemos para subrayarles a familiares y amigos que participar siempre en la construcción de un mejor país no debe ser solo una frase demagógica, sino un esfuerzo cotidiano y permanente para que nunca más nos agarren desprevenidos o mal preparados.

Todos sabemos que las crisis significan oportunidades de superación. Hay que aprender bien la lección de esta emergencia sanitaria, y acumular todas sus enseñanzas para que no nos dañen, ni a nuestra familia, ni a nuestra sociedad, ni a nadie en el mundo. ¡Sí podemos!

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