|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Escribimos para reducir la distancia. A diario las palabras son utilería de un intercambio, casi siempre banal, que nos hace sentir menos solos. Si alguien quisiera compañía momentánea tan solo tendría que mandar un mensaje desde su teléfono celular y esperar que el destinatario tenga libre la tarde. La comunicación parece estar a un click con las redes sociales, la mensajería instantánea y los correos electrónicos.

Junto a mí, en el restaurante, hay una familia que no se ve desde hace mucho. Es octubre y decidieron venir a cenar. En la mesa la edad no es ningún impedimento para que cada uno de los familiares tenga un smartphone en la mano. La niña de tres años que ve videos de Peppa Pig en Youtube, para que los padres puedan comer tranquilamente. El abuelo que reenvía cadenas por medio de WhatsApp.

Diálogos intercalados con el tecleo: la vista primero a los ojos de nuestro interlocutor y después hacia la pantalla. Palabras entremezcladas con más de un destinatario: unas cuantas para la tía y unas más para el amigo a quien digitamos con la confianza de que nos leerá.

De la mesa se levantan dos adolescentes, terminaron el platillo ordenado. El WiFi móvil y Pokémon Go los llevan a caminar los pasillos del centro comercial. Es la plática frente a frente derrotada ante la virtualidad.

Mientras que se habla con ironía de que las personas se alejaron en la era digital, a mí me parece que es solo un síntoma más de la incapacidad para hablarnos con sinceridad y sin atisbos. Antes de la proliferación de las computadoras portátiles y los teléfonos celulares, la escritura tuvo otras tecnologías que permitieron acortar el distanciamiento entre dos personas: la carta.

Es que por momentos las razones para enviar y recibir correspondencia fueron distancias que no podrían medirse en kilómetros de una ciudad a otra ni en periodos de traslado. El trayecto es aquel que se inicia por el constante malentendido de las relaciones humanas, un padecimiento antiguo del que las secuelas del social media son apenas un indicio.

En el pasado también escribimos cartas para expresar lo que no era posible decir en persona. La misiva, en estas circunstancias, es una conversación imposible vuelta tangible. Es la plática con un ausente y presente en la memoria, la imaginación en el terreno de lo dialógico. Prueba de ello fue la larga carta que Kafka escribió a su padre.

Lo más leído

skeleton





skeleton