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Contra lo que el mismo Andrés Manuel López Obrador propuso en campaña, contra lo duramente criticado desde hace doce años, cuando Calderón declaró la guerra al narcotráfico y teniendo como resultado más de cien mil muertos y otro tanto de desaparecidos, el presidente electo decidió no sólo mantener las Fuerzas Armadas en las calles, sino crear un nuevo cuerpo, la Guardia Nacional, que tendrá como fin combatir la inseguridad y a los grupos de delincuencia organizada a lo largo del país.

El plan prevé que para el 2021 la Guardia Nacional cuente con más de 150 mil elementos distribuidos por todo el territorio nacional.

En los dos sexenios anteriores, en los que la estrategia de seguridad se ha centrado en el combate frontal al crimen organizado, las fuerzas armadas han tenido un papel muy cuestionable.

Son muchos los casos de violaciones a derechos humanos que han sido perpetrados por elementos castrenses, quienes se justifican con el cumplimiento de un deber. Violaciones, desapariciones forzadas, detenciones arbitrarias e incluso ejecuciones, como el sonado caso de Tlatlaya, en el que soldados dispararon injustificadamente contra civiles, se han presentado con frecuencia.

De hecho, el actuar de las fuerzas armadas con respecto a la ciudadanía ha dado pie no solo a muchas quejas ante la Comisión Nacional de Derechos Humanos, sino también a litigios en la materia en organismos internacionales como la Comisión y la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en donde se ha condenado al Estado Mexicano a reparar daños y mejorar el marco normativo regulatorio del actuar del Ejército.

Con tal perspectiva, la Suprema Corte declaró recientemente inconstitucional la Ley de Seguridad Interior, que pretendía mantener a las fuerzas armadas en las calles, por considerarla contraria a la protección de los derechos humanos y sus garantías.

Resulta por ello sorprendente que el próximo presidente de México presente un plan, cuyo eje principal es la creación de un cuerpo armado conformado por soldados, marinos y policías federales.

Sin duda las fuerzas armadas son instituciones de gran trayectoria, que cuentan con una preparación sin igual y que han mantenido férrea lealtad al Estado Mexicano, pero que tienen como fin último la defensa nacional y el combate, mas no la seguridad pública, la prevención del delito y el apego a las normas civiles, a las que no están acostumbradas.

Es contradictorio formular un Plan Nacional de Paz y Seguridad que se centre en el combate directo y la militarización de una sociedad.

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