La Uady, agente de cambio social
El poder de la pluma
Cuando en 1922 se fundó la Universidad Nacional del Sureste fue aprovechando la coyuntura entre la preocupación por la educación del estado, proveniente del gobernador Felipe Carrillo Puerto, y el plan del gobierno federal, encabezado por Álvaro Obregón y que pretendía fundar tres universidades nacionales: una en el norte, otra en el poniente y la tercera en el sureste.
Desde sus inicios, la hoy Universidad Autónoma de Yucatán ha estado estrechamente ligada a la sociedad yucateca. Muchos de sus egresados han sido protagonistas de la vida pública no solo del estado, sino del país. La Uady ha sido motor del desarrollo del sureste mexicano y la principal institución educativa de la región. Desde su fundación, el 25 de febrero de hace 97 años, sus estudiantes han demostrado un amplísimo sentido social y humanista: no han sido pocas las ocasiones en que los alumnos de nuestra Alma Mater han demostrado su compromiso, su solidaridad y su ímpetu por ayudar.
Día tras día cientos de estudiantes de medicina salen a trabajar durante larguísimas jornadas en hospitales que muchas veces carecen de lo básico o en centros de salud de comunidades alejadas, con el único fin de atender a la población. Estudiantes de derecho que prestan sus servicios a quienes más lo necesitan y requieren del amparo de la justicia. Futuros odontólogos, enfermeros, veterinarios, ingenieros. En general, más de 26 mil estudiantes que a veces con casi ningún recurso se preparan todos los días y que son ya no el futuro, sino el presente de Yucatán y otros estados.
Del otrora Instituto Literario, de la Universidad Nacional del Sureste y de la Universidad Autónoma de Yucatán han salido personas de gran calidad humana, intelectuales, pero sobre todo agentes del cambio social capaces de comprender su entorno e influir positivamente en él. Personas conscientes de su responsabilidad para con sus comunidades y que entienden lo que representa formarse en una universidad pública, pensada desde sus orígenes para satisfacer las necesidades educativas de una población predominantemente obrera y campesina. Esa quizá es la gran victoria de nuestra Universidad, más allá de los miles de profesionistas calificados y de excelencia que pasan año tras año por sus aulas.
Con sus altibajos y sus cuestiones, la Universidad Autónoma de Yucatán ha sido, es y será una pieza fundamental para entender la historia de nuestro estado e incluso del sureste mexicano. Y la obligación de todos los que pertenecemos a ella, pero principalmente de los estudiantes, es fortalecer todos los días a nuestra Institución y ser protagonistas del cambio social, anteponiendo siempre los intereses colectivos a los individuales. Al fin y al cabo la esencia de la Uady somos todos.
No hay mejor manera de conmemorar a la Uady que sirviendo a su principal y primigenio propósito: hacer de la nuestra una mejor sociedad.