En la salud y en la austeridad
El poder de la pluma
Cuatro de la mañana; Óscar se prepara para irse al servicio social. La unidad médica rural a la que está adscrito se encuentra a unos 130 km de Mérida. En auto son 2 horas, pero en colectivo hace 3:30. Cuando llega a su clínica, ya hay una larga fila de personas esperando ser atendidas: es el único médico en 3 poblados distintos y dos comunidades pequeñas. Aproximadamente 2,100 yucatecos que solo cuentan con los conocimientos de Óscar y la enfermera que lo auxilia, en quienes depositan su salud y, en muchas ocasiones, su vida.
Como miles de médicos en su servicio social, que en medicina es de un año, Óscar tiene que atender a decenas de pacientes al día. Son tantos que apenas puede dedicarles 5 ó 10 minutos a cada uno. Además, tiene que conformar y actualizar los expedientes médicos de todos, impartir talleres a la comunidad sobre salud sexual, higiene, hábitos alimenticios, monitorear embarazadas e incluso visitar a los enfermos en sus casas. A las 4 de la tarde, la enfermera se retira y el doctor se queda solo hasta el día siguiente. A partir de ahí atenderá cualquier urgencia que se le presente con los pocos recursos que tiene a la mano. “Una vez tuve que improvisar un micronebulizador con una botella y un pedazo de tela. Era una señora de 70 años, asmática, totalmente morada. Logré salvarla”. Y Óscar no solo tiene que ingeniárselas con botellas de plástico, sino que es testigo de la corrupción y robo de las autoridades de salud. “Me llegaban los medicamentos incompletos y empecé a contarlos caja por caja. Los que llevaban las medicinas me dijeron que si me ponía a revisar se llevaban todo. Que mejor firmara. A veces firmaba por 200 cajas de un medicamento y solo había la mitad”.
Por si fuera poco, la clínica donde trabaja Óscar no recibe agua continua durante el día y hace un tiempo estuvieron 2 meses sin agua en la unidad. Es en ese lugar donde el médico pasa la mayor parte del tiempo, donde duerme -cuando los pobladores no tocan a su puerta a las 3 de la mañana por una tos, un dolor de garganta o una muela-, donde come y donde trata por todos los medios posibles de mejorar la calidad de vida de más de 2 mil personas. “Aquí está bastante tranquilo. Incomunicado, porque apenas llega la señal del teléfono y cuando se va la luz ya ni internet de ‘México conectado’ hay. Pero la seguridad está bien, porque hay compañeros a los que han agredido y compañeras que han sufrido otros percances”. Óscar es la diferencia entre la vida y la muerte de cientos de personas.
A esos quienes ganan menos de 4 mil pesos mensuales por salvar vidas con botellas de plástico y sin medicamentos, quienes viven incomunicados, pagan su propio transporte y comidas, quienes no pueden tener otro trabajo para subsistir y sobre quienes recae la atención primaria de salud del país es a quienes la austeridad republicana quiere reducir en 50% sus becas. Mientras unos administran, otros que dedican su vida a las de los demás sufren el abandono de las autoridades federales y estatales.