Cambiando el nombre
El poder de la pluma
Hace aproximadamente tres semanas, un diputado federal de Morena presentó ante el Congreso una de esas iniciativas intrascendentes, pero que no parece tan descabellada: cambiar el nombre de nuestro país. El congresista plantea que la población no se siente identificada con el nombre oficial de Estados Unidos Mexicanos, por lo que valdría la pena realizar un cambio a la Constitución a fin de nombrarlo simplemente “México”. Digo que la reforma es intrascendente, porque existen temas prioritarios o que poseen una relevancia extraordinaria , pero que son remplazados por este tipo de iniciativas que no suponen un impacto real y positivo en la sociedad. Sin embargo, hay algo de curioso y místico en la iniciativa planteada por el legislador oficialista.
Es cierto a todas luces que la población no se siente identificada con el nombre de los Estados Unidos Mexicanos, nominativo que sólo aparece en documentos oficiales. De hecho, tanto nacionales como extranjeros se refieren a nuestro país simplemente como México, a diferencia de lo que sucede con nuestro vecino del norte, conocido mundialmente como Estados Unidos o -incorrectamente- como América. Además, la manera de llamar popularmente a un país no está necesariamente relacionada con el nombre oficial. El nombre oficial de Irán es República Islámica de Irán, el de China es República Popular China y difícilmente alguien actualmente refiera haber pasado unas vacaciones en el Reino de España o la República Francesa. Estos no son más que formalismos que suelen incluir el tipo de gobierno (república, reino) y la denominación del lugar o aquello que identifique al grupo nacional (Italia, Austria, Suecia).
Sin embargo, en el caso de México hay un error de interpretación, cometido por los constituyentes de 1916 que redactaron la Constitución de 1917 y que instituyó el nombre oficial México, si bien es cierto que este nombre ya existía desde el siglo XIX.
Cuando se discutía en una de las comisiones especiales cuál sería el nombre de nuestra nación, dos bandos presentaron propuestas distintas. Por un lado existía la intención de nombrarnos República Federal Mexicana y, por otro, Estados Unidos Mexicanos. Los primeros alegaban que -como hasta la fecha es ciertonadie conocía a México por el apelativo de Estados Unidos y que República Federal Mexicana (el mote de República Mexicana sí es utilizado hasta nuestros tiempos) resultaba más popular. En cambio, los segundos defendían que Estados Unidos Mexicanos demostraba el federalismo de nuestro país y la unidad de las entidades federativas, como en el vecino del norte. El error está en que Estados Unidos (de América) no representa una forma de gobierno, sino una cuestión geográfica. Esto es, “Estados Unidos” es equivalente a decir “Francia” o “Rusia”y no una forma de organización federalista como lo mal entendían los constituyentes, quienes incluso en el error -y además en una franca imitación al nombre de la nación del norte- ganaron con su propuesta. ¿Hoy debería cambiarse el nombre?