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El control global sobre el Covid-19 aún se percibe lejano. Está claro que el 2020 no acabó automáticamente con el problema sanitario más significativo de los últimos años y que nos falta recorrer un largo trecho para poder decir que el virus está controlado (mas no erradicado). Cierto, la ciencia ha logrado lo imposible y ha desarrollado una vacuna en tiempo récord. Como usted bien sabe, el proceso de crear una sustancia capaz de protegernos contra un virus no es tarea sencilla y requiere de años de estudio, ensayo, error e investigación sistematizada. Como ejemplo podríamos poner el desarrollo de la vacuna contra el VIH, cuya versión más prometedora va en la fase III de su estudio clínico -Yucatán participa en esa fase del ensayo- después de al menos diez años de un proceso cuidadoso. Probablemente con esta vacuna aún nos falten años para tenerla a nuestro alcance.

Pero con las múltiples vacunas contra el Covid 19 -que provienen de varios laboratorios y que funcionan con mecanismos distintos- la ciencia demostró el poder de su método y quizás, sin querer, la gran falencia del sistema farmacéutico mundial: se desarrolló una sustancia mucho antes de lo previsto, asaltándonos entonces la duda de si esto es posible con otros padecimientos y si los grandes laboratorios y los sistemas sanitarios tienen interés en crear o no soluciones para los mismos.

Nos enfrentamos, entonces, a tres grandes retos en torno a la expectativa de vacuna y control del Covid. Primero, la capacidad de los Estados Nacionales para adquirir y aplicar la vacuna a su población. Está claro que es materialmente imposible fabricar de pronto 7.7 mil millones de vacunas para todas y cada una de las personas del planeta. En México, se ha visto un buen trabajo de gestión para tratar de alcanzar la universalidad de la aplicación y por ello se suministrarán las producidas por diversos laboratorios -es decir, no todos tendremos la misma vacuna-. De todas maneras, es ilusorio pensar que la vacunación de la mayoría se alcanzará demasiado pronto, por lo que tendremos que seguir actuando como si no existiera vacuna alguna.

En segundo lugar, la sociedad se enfrentará a ese nada nuevo movimiento antivacunas, versión coronavirus. Como respuesta lógica a la irresponsabilidad de ciertos medios y a la información falsa o engañosa que circula en redes, varias personas han manifestado su desconfianza en el trabajo de la ciencia. Ya sea por las naturales reacciones alérgicas que puede tener cualquiera ante cualquier vacuna o por el miedo a lo desconocido, sin duda habrá una porción social que preferirá no vacunarse, poniendo en riesgo su vida y la de quienes lo rodean.

El tercer reto que tendremos que afrontar y que es más específico en México tiene que ver con nuestra idiosincrasia, con nuestro pensamiento colectivo. Ante las noticias de la llegada de las primeras vacunas y ya con una solución “a la vuelta de la esquina”, muchos han empezado a relajar las recomendaciones y a regresar a una normalidad pasada y rebasada. Esa conducta puede producir, más tarde que temprano, un nuevo descontrol del Covid en México justo en el último tramo.

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