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El cuatro de este mes empezaron oficialmente las campañas electorales federales; por eso hemos estado viendo y escuchando en redes, radio y televisión los spots o comerciales publicitarios de los candidatos que quieren ocupar algunas de las trescientas diputaciones federales en juego por votación directa o “mayoría relativa” (los pluris o “representación proporcional” no tienen que hacer campaña por sus personas, pues no se eligen directamente).

También ya comenzaron a aparecer los anuncios de los partidos políticos en donde se promocionan para tratar de asegurar el voto del electorado. Y es precisamente en estos anuncios donde vemos, quizás, una de las mayores muestras de la decadencia y podredumbre del sistema político mexicano y sus actores.

Si usted ha tenido la oportunidad -desgraciada- de ver o escuchar esta propaganda, muy seguramente se habrá dado cuenta de lo ridículos, patéticos y de un muy bajo nivel que son los comerciales de todos y cada uno de los partidos políticos, sin excepción. Da vergüenza a un servidor el saber que esa es la clase de publicidad con que las instituciones partidistas pretenden sumar adeptos y obtener buenos resultados electorales: por un lado, vemos a un oficialismo acrítico y fuera de toda realidad que apela al sentimentalismo de “no volver al pasado” y “proteger los logros de la 4T”, pues los de antes, los neoliberales y conservadores de siempre quieren detener el progreso de México. Por el otro, la oposición mexicana aplica la vieja fórmula del “peligro para México”, recurriendo a los estereotipos y a la discriminación para golpetear al partido en el poder. ¿Lo que tienen en común las dos caras de la misma moneda? Ninguno de los bandos emite una sola propuesta o presenta un proyecto viable para aplicar de llegar a ocupar las curules del Congreso. Ni morena y compañía explican por qué no han hecho lo que podrían si ya han tenido tres años la mayoría en la Cámara Baja ni la oposición explica qué alternativas tiene para contrarrestar las políticas que hoy tanto le molestan. Ellos contra nosotros, unos contra otros, el sentimentalismo barato y sin contenido, pero ninguna opción seria que sirva al elector para ejercer un voto crítico e informado.

No hay ninguna sorpresa: los comerciales, los post en redes que se alzan de ideología, las fotos y publicaciones de miles de candidatos llenos de demagogia y falacias (como que un partido puede “donar” sus prerrogativas para que se compren vacunas), son todas un reflejo de un obsoleto y destruido sistema partidista en donde la ideología (la verdadera ideología político-partidista) ha muerto. Los polos de la izquierda y la derecha, las fronteras que convergían en el centro, la dicotomía neoliberalismo-socialismo que en épocas de la guerra fría servía para dibujar el espectro político e identificar los principios y valores partidistas han quedado en el pasado. Hoy, en aras de lo que los simuladores llaman “pragmatismo”, los partidos no son más que plataformas de cartón, vehículos en donde un grupo determinado o unos cuantos, elegidos al dedazo, llegan a los puestos de elección popular. ¿No le parece? Revise las candidaturas actuales de su comunidad y me dice.

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