|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Si de algo estoy seguro sobre el futuro del país, es que en los siguientes tres años de gobierno se agudizarán la división social, la polarización y el enfrentamiento entre ciudadanos según sus preferencias partidistas o sus condiciones económicas. En la mayoría de esas dicotomías, el ciudadano de uno u otro lado no estará siquiera seguro de porqué asume una postura y no la otra.

El discurso diario del presidente López Obrador desde sus ya cansinas mañaneras, da como resultado el sentimiento de agravio que va creciendo en varios sectores poblacionales. Cuando AMLO dijo que las personas trabajadoras o “humildes” entienden que los accidentes como el de la Línea 12 del metro son cosas que pasan, que no influye eso en la popularidad presidencial o en la intención del voto y acusa a quienes se indignan por la corrupción de manipulados por los medios o por el poder conservador, el Jefe del Ejecutivo no hace más que profundizar la zanja que divide a quienes debieran estar unidos. Cuando se para en su púlpito matutino a despotricar en contra de la “clase media” aspiracionista, a tacharlos de egoístas y a descalificar a las personas con educación universitaria o de posgrado, mientras alaba a quienes no pertenecen a ese grupo por “estar más conscientes”, más que dar una lección de moral o apelar a la consciencia de clase y a las doctrinas de la economía política, Obrador enfrenta a los miembros de un Estado que se han desenvuelto en diferentes condiciones, simplemente por eso: desenvolverse en diferentes condiciones.

La desigualdad social y la injusticia socioeconómica en la que viven millones de mexicanos es innegable. Existe la pobreza (de forma abundante), así como existen quienes quieren salir adelante a toda costa y sin importar pisotear los derechos de terceros. Pero en ambos casos hay virtud y en ambos hay actitudes reprochables y que no abonan a la construcción de una sociedad más equitativa. Idealizar a un sector poblacional y descalificar públicamente a otro no contribuye en el desarrollo del país, sino que enfrenta a individuos que se enfrascan en luchas estériles, perdiendo de vista que los verdaderos culpables de una u otra condición son quienes pretenden enfrentarlos.

El pobre no es pobre porque quiere, pero tampoco todo el que aspira a una vida mejor es egoísta, hipócrita o conservador.No tener abrirá las puertas de los cielos, pero no es un timbre de orgullo ni un logro gubernamental de un Estado Democrático, como tampoco tener y querer tener lo hace a uno enemigo de Estado o causante de los males sociales. El verdadero problema viene de las instituciones, del sistema político y económico mexicano que, ni en tiempos de la llamada 4T, ha logrado crear las oportunidades reales que impulsen el desarrollo nacional. Lo que sí ha logrado es crear un complejo sistema de entrega directa de recursos que no desarrollan necesariamente, pero que sí crean dependencia con quien los proporciona, al más puro y viejo estilo del régimen priista que tanto se ha criticado, pero del que no parece haber mucha distancia.

Lo más leído

skeleton





skeleton