Cambios en los gabinetes

Héctor López Ceballos: Cambios en los gabinetes

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El lunes se anunciaron cambios en los órdenes de gobierno estatal y federal. No es cosa extraña, pues normalmente a mitad de sexenio se dan estos reacomodos con miras a las siguientes elecciones. Al fin y al cabo, casi todo movimiento de gobierno responde a fines políticos y electorales.

Y es precisamente eso lo que impide, en gran medida, el correcto desempeño de las instituciones públicas. Verá, el Estado democrático está diseñado para poder funcionar, crecer, fortalecerse y perdurar más allá de los caudillos o las figuras carismáticas. Es decir, en el modelo que tenemos lo que importa es la supervivencia y continuidad de la institución por encima del líder o la persona. Por ello pasan los sexenios, los presidentes o los gobernadores y conservamos, de una u otra forma, la estructura estatal que les trasciende. Sin embargo, para que esta estructura desempeñe sus funciones de manera óptima, correcta y eficiente, debe estar integrada por individuos capacitados y aptos, personajes que sin importar su nombre cumplan el perfil acorde a las responsabilidades que se les asignan.

Lo que hemos visto en las últimas décadas en México y en Yucatán, es que gran parte de los gabinetes (con honrosas excepciones) están integrados por individuos expertos en operación política y cercanos a las cabezas de gobierno, pero lejos de la experiencia y trayectoria que requieren las instituciones que les encomiendan. Un claro ejemplo, recordará usted, es el de Luis Videgaray pasando a la Secretaría de Relaciones Exteriores en el gobierno de Peña Nieto, sin tener la experiencia necesaria o la habilidad que un cargo de esa naturaleza requiere y que, en sus propias palabras, apenas llegaba a aprender.

Es incongruente cuando a instituciones como, por ejemplo, la Secretaría de Educación o la Secretaría de Salud, ya sea federal o estatal, llegan personas que nunca han tenido contacto con la profesión magisterial o con el área de la salud. ¿Cómo podemos exigir maestros o médicos de calidad y en constante preparación si quienes los encabezan tienen una inexistente experiencia en esas ramas? Imagínese usted a un abogado como cabeza de un hospital o a un médico como Ministro de la Suprema Corte.

Y no se trata de contar o no con un título universitario. Estoy convencido de que una persona que no ha cursado una carrera puede ser un experto en muchas áreas y que una persona incluso con posgrados puede no ser experto en nada. Pero cuando menos, hay que tener una congruencia y anteponer las habilidades, la experiencia y la formación al pago de favores políticos o a los acomodos político-electoreros. No se trata de tener un gabinete científico y tecnócrata, pero sí uno que tenga individuos capacitados para sus encomiendas. De lo contrario, la maquinaria estatal estará al servicio de los intereses del grupo en el poder y no al servicio del bien común. Si no le convence mi argumento, espere las próximas elecciones y observe quiénes estarán más activos en ellas.

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