Revocación a medio gas
Héctor López Ceballos: Revocación a medio gas
Se acerca la fecha límite y la recolección de firmas para solicitar el ejercicio de Revocación de mandato no levanta. Hasta el viernes pasado, apenas se había avanzado en el 31% de las 2.7 millones de rúbricas requeridas por la Ley.
De hecho, aquí en el estado de Yucatán apenas son visibles los avances y nuestra entidad no ha sido de las más participativas en el tema. De hecho, uno de los temas controvertidos en lo que va de esta recolecta de firmas es que se han entregado a la autoridad electoral miles con inconsistencias: desde las fotos de credenciales que no cumplen con los requisitos formales, hasta los muertos que firman o ya de plano las firmas apócrifas o inexistentes en el padrón electoral. Sin embargo y a pesar de estas irregularidades, la organización “que siga la democracia” (asociación que impulsa el ejercicio de la “revocación” de mandato), ha entregado ya más de dos millones de formatos en los últimos días, con los que pretenden rebasar el número de firmas que se necesita para que se instalen las casilla el próximo marzo.
Ahora bien, ¿por qué el avance de la recolección de firmas no parece corresponder con la popularidad del Presidente? En primer lugar, por el miedo: muchos de los obradoristas que se resisten a firmar tienen el temor de que la revocación de mandato logre efectivamente remover al Presidente. Claro que este razonamiento es contrario a la aprobación casi universal que tiene AMLO y que constantemente presumen. ¿Por qué irían a deponer a un mandatario que, según los seguidores de AMLO, goza de una amplísima aceptación?
En segundo lugar, el entusiasmo en las firmas revela, simultáneamente, dos aspectos esenciales para Morena y para Andrés Manuel: 1) una gran parte de los votantes de Obrador en 2018 fueron más por hartazgo que por convicción. Queda ya muy desgastado el discurso que pone a todos los votos de aquel año en un solo costal, cuando en realidad hay factores que influyeron más allá de la simpatía por AMLO; 2) Morena ha quedado a deber como estructura partidista. Tanto en este ejercicio como en el de “juicio a ex presidentes”, ambos promovidos fuertemente por Morena, se demuestra fácilmente que no existe tal cosa como un partido político organizado y estructurado. Morena se autodenomina partido, pero no evoluciona del movimiento (y esto, a diferencia de lo que creen quienes apoyan este modelo, puede ser perjudicial para su organización). Otra clara muestra de lo que expongo fue que en las elecciones de 2021 obtuvieron mucho menos votos que en 2018. Sí, avanzaron en algunos municipios, pero retrocedieron en las preferencias electorales. Perdieron votantes.
Estos ejercicios debieran servirle al partido en el poder para consolidar su posición ante la sociedad y en el campo político mexicano. Pero en lugar de eso, parecen más preocupados por recordar que en 2018 ellos ganaron. Las obsesiones pueden costarles, si no la presidencia, sí un retroceso importante en tres años.
Mientras tanto, veamos cómo marchan las cosas ante el INE, autoridad que por cierto, ante la necedad de los diputados, tuvo que acudir a la Suprema Corte en busca del presupuesto necesario para organizar una eventual consulta de Revocación de Mandato.