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No hemos llegado ni a la mitad del sexenio, y la enfermiza lucha por perpetuarse en el poder es la constante, motivo por el cual los incrustados echan mano de cualquier argucia a través de sesgos informativos. El ciudadano de hoy se pregunta: ¿y a quién quieren engañar?

Existen razones que validan esta brecha comunicativa entre políticos y receptores cautivos. El líder, casi siempre, presume que la gente recibió su mensaje, pero con frecuencia sucede lo contrario, ya que la gente observará y atenderá sólo lo que quiere escuchar; lo demás se lo llevará el viento y caerá en el olvido. La política, en esta era del entretenimiento, es poco racional, y es más emocional (pasiones, creencias, sentimientos).

Si bien la gente reconoce logros en el renglón tecnológico de la medicina y la atención de enfermedades, también exige con justicia soluciones a los rezagos asistenciales, aquellos que con frecuencia son minimizados por quienes dirigen nuestras orgullosas instituciones desde una fría silla de oficina y poco saben de planificación con sensibilidad e inteligencia.

¡Sí!, me dirijo a aquellos que nunca han estado en un servicio de urgencias, sintiendo la impotencia al no poder brindar calidad -cuando por falta de camas un doliente tiene que esperar hasta 72 horas en una incómoda silla-; o por el otro lado tener que laborar en condiciones promiscuas, con insuficientes insumos terapéuticos y en condiciones poco higiénicas. Precisamente a esto me refiero cuando hablo de exigir cumplimiento de las reiteradas promesas de los directivos institucionales. Las cifras no mienten, tenemos una planta operativa instalada que es 60% menor que la de los países desarrollados (médicos-enfermeras).

Por otro lado y con base en cifras emitidas por organismo internacional calificado, México se encuentra inmerso dentro del grupo de países que integran la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), donde dentro de los 37 estados miembros nuestra nación está penosamente en el ranking de los que menos gastan para atender la salud de su población, con 2.5% del Producto Interno Bruto (PIB). Si de insumos con calidad y suficiencia hablamos, podríamos abonarle el que nuestro sistema de salud se ha caracterizado por ser monolítico, con una estructura de control centralizada, amén de insuficientes proveedores privados, coartando la posibilidad de respuesta oportuna. Cual cereza del pastel, la investigación, en la miseria.

Mientras todo lo anterior sucede, los representantes de los tres niveles gubernamentales (ejecutivo, legislativo y judicial) se “echan la bolita”, buscan negociaciones leoninas con beneficios particulares, con el menor interés de servir al pueblo; pero, eso sí, abundan los discursos maquillados que cada día sólo sirven para confirmar que los escenarios políticos son tan sólo “puestas en escena” de un México imaginario.

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