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Semana de supervisiones, compromisos y demás “vainas” administrativas -como diría colega colombiano-, cuyos resultados de ese trabajo en equipo permitieron entregar recuento decoroso. Seguir sin cejar, con esa actitud de servicio, fue colofón a quien encabezó la revisión.

La mayoría del grupo evidenció su actitud leal, dando el extra, sin esperar nada a cambio. Son momentos de cosechar lo inculcado, en cuanto a valores, principios y enseñanzas de padres y maestros, que dieron lustre a otrora generación. No había nada de estoy cansado, es demasiado o no voy a poder. Precisamente con ejemplo crecimos y aprendimos a que primero y ante todo está el doliente, y por esa entrega precedida de exigencias nos sentimos orgullosos.

De forma contrastante vemos en estas “nuevas épocas” cómo se acelera la erosión de la ética, los valores y principios por detonantes irrefrenables, llámense sobrecarga laboral, desgaste psicológico, violencia por doquier, que, cual lastre, son los vagones de esa locomotora llena de carencias con el nombre de México turbulento, que limitan en sumadas ocasiones para alcanzar en el área de la salud nuestro objetivo común: rescatarte de la enfermedad.

En el mismo orden de ideas, detectamos de forma coincidente otro elemento que acecha y amenaza nuestro real afán de lograr metas, y me refiero a la envidia y rencor entre semejantes, que nos llevan a “darnos patadas bajo la mesa”. Cuántas veces ante la adversidad, más allá de las diferencias, nos unimos para sacar adelante cualquier empresa de beneficio colectivo, y nunca falta el/la egocentrista, egoísta y traidor, que, allende valores, nos desilusiona cual Judas contemporáneo.

Este sujeto, ante su falta de principios, se convierte en la quinta columna, hace cualquier cosa por quedar bien con el superior, mientras realiza lo imposible por dejar mal al grupo que lo cobija. Muchas veces utiliza argucias, que solo destacan su pusilanimidad por medio de la compra de conciencias que manipula con grácil verborrea. El canto de sirenas solo puede atrapar al débil de carácter, más allá de su formación o jerarquía alcanzada. ¿Están de acuerdo?

Hay que detectarlos y juntos evitar que con la manipulación de cifras estadísticas o argumentos falaces lleguen a tener el poder insano. Nombres sobran en cualquier lugar, momentos o espacios; son mal necesario y no debemos temer erradicarlos. ¿Acaso no la unión hace la fuerza?

Finalmente les digo que seguir luchando y construyendo baluartes de servicio es una obligación de hoy y siempre. No dejarse amedrentar por los menos, cuando conoces ese camino que te hace único y que se asfalta con sabiduría acumulada. Con lo redactado quisiera concluir mi experiencia semanal con no amedrentarse, enfrentar al servil y seguir trabajando en equipo, cristalizando acciones que serán la huella de tu transitar terrenal.

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