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Llevamos cerca de 6 meses desde que este planeta se ha visto sacudido con la presencia del SARS COV 2, cuya enfermedad, conocida mundialmente como Covid-19, ha diezmado sin piedad a la población y causado estragos severos en la economía de propios y extraños. Al momento de escribir este artículo, teníamos en la faz de la tierra poco más de siete millones de infectados y más de 400 mil fallecidos, de los cuales nuestro México ha registrado cerca de 125 mil casos confirmados y más de 14 mil decesos. Al realizar un “corte de caja” a medio año del nacimiento del flagelo, les presento tres aristas para reflexión.

La primera que pongo en la mesa es la fragilidad humana, derivada de los malos hábitos alimentarios, falta de ejercicio, ignorancia en los principios básicos de higiene, pérdida del valor de la salud y la vida -cual mercancía de segunda mano-, aunados a la arrogancia, que se atrevió a retar el intelecto e inclusive minimizar la amenaza bajo falsas premisas que intentaban evadir lo inevitable, anunciado por aquellos que de forma “sospechosa” conocían del augurio.

El segundo punto descollante es la manera grotesca como los sistemas de salud en el mundo se vieron desnudados, sacando lo peor de su existencia y que por años –cuando menos en México- se escondió bajo la alfombra, probando que el discurso político y nuestra Constitución con facilidad se violentan y que no aprendimos nada con la epidemia de Influenza en 2009. Decisiones erráticas se han tomado y hoy más que nunca han marginado a los más desprotegidos, en los que la pobreza con sus secuelas acecha y carcome el sistema inmunológico, convirtiendo al individuo en presa fácil del virus carroñero.

La tercera arista para comentar es la actitud del ser humano, quien con desidia, el ahí se va, de algo me he de morir, qué les importa, por tan solo citar algunas expresiones comunes cuando de “apretar tuercas en salud se trata”, se acobardan y justifican su improcedente devenir mundano. Este virus ha puesto en jaque a quienes de larga data han padecido de obesidad, hipertensión, diabetes, enfermedades pulmonares por tabaco o hepatopatías por alcohol, excluyendo otras que tienen factores genéticos y cuyos detonantes son ajenos a algún estilo de vida moderno. Te pregunto, ¿qué has hecho, aparte de evadir tu responsabilidad al descuidar la vigilancia de tu salud?

Pues bien amable lector, tú tienes la última palabra en cuanto a las reflexiones realizadas de forma retrospectiva. Veo con tristeza que el miedo se va perdiendo y si bien es necesario reactivar la economía, sana distancia, cubrebocas y lavado de manos, amén de que “ipso facto” realices cambios en tu quebrantada salud, son inmediatas facturas a pagar. Los matices continúan, mientras desde un extremo tenemos a los que dan la vida en los hospitales hasta la necedad del evasivo que acompaña la demagogia de algunos políticos.

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