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Al mexicano le encantaría tener la economía de “los gringos”, la inteligencia de los chinos, el talento futbolístico de los brasileños y la belleza de los franceses. El mexicano siempre ha anhelado más allá de lo que tiene y en su conciencia colectiva, quizá muy en lo profundo, aún vaga el sentimiento de inferioridad que tanto lo frena.

Por eso las victorias o éxitos que algunos paisanos logran en el extranjero las alardeamos de manera tan intensa, porque pensamos que nos pertenecen simplemente por el hecho de que compartimos una nacionalidad.

El pasado domingo de nueva cuenta se presentó una oleada de “nacionalismo”, por lo menos entre quienes seguían la transmisión de los Óscar. Los mexicanos estábamos orgullosos de haber nacido en esta país y de compartir algo con gente tan destacada como Alfonso Cuarón o la popular Yalitza Aparicio.

Y es que el hecho de que un connacional sea reconocido por la aún prestigiosa y poderosa Academia es algo que inevitablemente nos llena de orgullo, quizá porque es una manera de validarnos ante el mundo, como si fuésemos un joven intentando ser aceptado por “los populares” del colegio.

No es que sea negativo enorgullecernos de un compatriota que es reconocido internacionalmente; sin embargo, existen discursos supuestamente nacionalistas que lo único que hacen es reforzar ciertas perspectivas anticuadas del mundo.

Buen ejemplo es el de la mencionada actriz. La joven era una maestra oaxaqueña y de un día para otro se volvió casi casi un “símbolo nacional”. Famosos, políticos, comunicadores… todos aseguran admirar a Yalitza Aparicio por su talento y capacidad artística, sobre todo luego de ser nominada al Óscar y ocupar las portadas de revistas internacionales, las cuales generalmente eran ocupadas por actrices con perfil hollywoodense (si es que este término existe).

Aquí me pregunto: ¿Yalitza Aparicio no era motivo de orgullo cuando solamente era una maestra oaxaqueña? ¿Ingresar a los cánones de la farándula gringa la hace una mejor persona y mejor actriz?... O ¿cuál es el motivo real por el que tenemos que estar orgullosos?, si al final de cuentas lo único que se hace es reforzar construcciones e imaginarios sobre cómo debe ser la belleza y sobre los índices de éxito en la época posmoderna.

Aunque no se trata de negarnos a celebrar los logros de un mexicano en el extranjero, existen situaciones que también nos deberían llenar el corazón y que son más cotidianas, mucho más cercanas.

La verdad es que esta situación tiene hilos que nos conducen a zonas más profundas del pensamiento mexicano, en donde actitudes como el racismo y la discriminación no se acaban, simplemente se disfrazan y se hacen más evidentes.

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