Gobernadores 'chechones'
El poder de la pluma
En alguna ocasión en mi secundaria tuvimos la visita de un gobernador. Llegó a inaugurar “algo”, quizá un salón o una cancha deportiva... no recuerdo qué, pero inauguraba “algo”. Lo que sí recuerdo es la manera en la que los directivos y maestros se preocuparon por demostrarle que visitaba una escuela “perfecta”. Arreglaron los baños, pintaron los salones y, por supuesto, nos exigieron que asistiéramos con el cabello recortado y el uniforme limpio.
Como era de esperarse, el gobernador llegó acompañado de los reporteros y se llevó a cabo el protocolo estipulado: dio su discurso, los niños aplaudimos, los maestros aplaudieron más, luego inauguró lo que sea que haya ido a inaugurar y finalmente se retiró.
Lo divertido vino después, cuando, asqueados por el tedio del evento, los alumnos se desquiciaron y armaron una guerra con los juguitos y las tortas que el gobierno había repartido: niños en el piso, jamones voladores, camisas manchadas y el auditorio completamente sucio. La escuela estaba fuera de control y lamentablemente (pensé en aquel momento) el gobernador no pudo presenciar lo que realmente éramos. Ahí entendí lo falsos que pueden ser los eventos políticos.
El anterior recuerdo de una u otra manera llegó a mí luego de leer una nota que en un principio parecía una broma. Resulta que la Conferencia Nacional de Gobernadores prepara una queja por los abucheos que han recibido durante los mítines y eventos protocolarios en los que acompañan al presidente López Obrador. Prácticamente se quejan de que la gente los abuchea.
Apenas el martes, Alejandro Moreno, mandatario campechano y presidente de la Conago, posteó en Twitter el siguiente mensaje: “La gobernadora y los gobernadores hemos sido pacientes ante las manifestaciones frente al presidente @lopezobrador, pero no vamos a continuar permitiendo que líderes de su partido nos quieran desacreditar para imponer su vergonzoso radicalismo”.
La justificación es que los ataques son orquestados por Morena para enaltecer la figura presidencial, pero, más allá de esto, cabe preguntarse desde cuándo los gobernadores se sienten con el derecho de obligar a los asistentes a un evento público a no expresar su desaprobación.
Parece ser que los mandatarios se acostumbraron a los eventos preparados a la medida. A que la gente los aplauda durante todo el discurso, a que se les agradezca y halague. Se acostumbraron al ridículo servilismo en el que se ha construido la política mexicana.
Ahora se quejan porque la gente les arruina los eventos; pero la verdad es que hace mucho que los gobernadores olvidaron trabajar por el pueblo y eso merece mil y un abucheos. Gobernadores, no sean “chechones” y pónganse a trabajar. ¡Gánense los aplausos!