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Diego Casas Fernández es un joven escritor poblano y por fortuna también es amigo mío. Hace algún tiempo publicó para la UNAM un libro de ensayos que resultó ganador en el concurso Punto de Partida y que fue titulado como “Punto Ciego”. Aprovecho esta ocasión para compartir un breve fragmento de este libro, en el que explora experiencias como la escritura y el ensayo, a la vez que aborda la contemplación de situaciones cotidianas. Lean:

“Cuando comencé a escribir creí conveniente ser bastante honesto, o al menos sensato con lo que decía. Gracias a esto me he dado cuenta de que cuando escribo tiendo a ficcionalizar (¡qué fea palabra!) mis evocaciones más íntimas. Me satisface describirlas en el momento; delatarme, afanoso. Mientras escribo voy soltando un secreto por aquí, otro por allá. Pero al percatarme de que ya he confesado demasiado, es muy tarde para arrepentirme.

Una vez, en un taller de ensayo, el tallerista aseguró que para que un texto verdaderamente valiera la pena su autor debía ser lo más sincero posible. En mis oídos la palabra sincero obtuvo gran énfasis, emparentándose de inmediato con las palabras confesión e intimidad.

En adelante, comencé a escribir bajo la certeza de que mis textos serían buenos solo si contenían una dosis abundante de intimidad absoluta. Esa misma tarde me di a la tarea de reunir todos los secretos o recuerdos arcanos que hasta ese momento guardaba en la memoria, creyendo adecuado callar en defensa de un valor incalculable.

Según creo, el prestigio de alguien, su importancia, la fama y el renombre que ha logrado mantener en pie asciende o decrece según el número de secretos, de memorias íntimas e insinuaciones a su vida privada que esté dispuesto a hacer de dominio público. En el caso del escritor -pero sobre todo de aquel que ensaya sobre sí mismo-, pronto supuse que su ingenio radicaba en balconearse pero con gracia. Porque si no, ¿para qué guardar un secreto? ¿Qué nos impide ventilar eso que creemos que sin él sencillamente no seríamos los que ahora somos? A veces me pregunto si hice bien en interpretar a pie juntillas aquel precepto que escuché -cabe insistir- en un taller de ensayo. También me cuestiono acerca de si en verdad estaré escribiendo literatura o solo promuevo el morbo en los demás, exhibiéndome para llamar la atención de amigos, tías y mamá (estas últimas, grandes fans).

¿Qué resultados arrojaría el hecho de hallar en la subjetividad más cruda y explícita un atractivo derrotero del ensayo personal?”, tengo ganas de responder a algo parecido”.

Para leer más puede descargar el libro en el siguiente link: http://literatura.unam.mx/images/stories/pdf/descargables/diego-casas-fernandez.pdf

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