Pagan justos por pecadores
El poder de la pluma
En aquellos momentos en los que el poder político ha sometido al país para saciar sus necesidades, el arte y la cultura siempre respondieron. Por ejemplo, en la década de los 60, cuando los gobiernos ejercían una fuerte censura contra las expresiones juveniles, los grupos de oposición y la protesta obrera, la música, la pintura, el cine y la literatura formaron un frente que, si bien nunca se posicionó como una corriente integradora, en todas sus vertientes defendió el valor más preciado de las sociedades modernas: la libertad de pensamiento.
Sin embargo, siempre surgen posturas que no comprenden el valor que pueden alcanzar las expresiones artísticas para la pacificación de los pueblos afligidos, como el caso de México.
En los últimos días, buena parte de los gremios artísticos mostró su descontento por las decisiones que el gobierno federal ha tomado con temas relacionados con el arte y la cultura.
Según la agencia AFP, en 2019 la Secretaría de Cultura tuvo un recorte de 3.9 por ciento con respecto al año anterior, esto como parte de las políticas de la “austeridad republicana”. Se piensa que así como ocurrió con el sector salud, los recursos ahorrados serán redirigidos a los nuevos programas sociales.
Esta situación ha tenido consecuencias como la cancelación de becas, publicaciones de libros, ferias culturales y, apenas esta semana, se dio el anuncio de que el Instituto Mexicano de la Radio llevaría a cabo un recorte de personal que dejaría sin empleo a 200 trabajadores, además del consecuente cierre de cuatro de sus estaciones; esto a pesar de que se ha realizado un trabajo destacado en la difusión de artistas alternativos.
Aparentemente las autoridades federales no han dimensionado el papel que el arte puede tener para la transformación del país, y más allá de lo económico, no tienen como prioridad la difusión de la cultura entre los sectores más necesitados.
Es necesario que ante la enorme corrupción en las esferas burocráticas se lleve a cabo la regulación y la transparencia de los presupuestos en todos los sectores, pero no se debería castigar a aquellos que en medio de las crisis trabajan solamente para el beneficio social. La austeridad tiene que ser analizada y no generalizada.
En la pasada entrega de los Premios Ariel, el cineasta Arturo Ripstein compartió lo siguiente: “No hay crecimiento sin cultura, no hay desarrollo sin cultura, no hay democracia sin cultura. La cultura en su sentido más estricto y riguroso es la única opción que tenemos para enfrentar a la barbarie”. En un país hostigado por la violencia y la corrupción, el arte no debería ser una opción, debería ser la solución.