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A mitad de la noche, tras un día devastador, una pregunta llegó a mí como un golpe seco al cerebro: “¿En quién creía la gente antes de que Dios existiera?”. Los siguientes minutos fueron de incertidumbre terrible al imaginar la soledad que sienten los cuerpos sin cobijo, la frustración de las aves sin un cielo y el dolor de los niños que han sido abandonados.

En ese momento no tuve respuesta. La verdad es que aún no la encuentro. Las preguntas acerca de Dios han existido incluso antes de su nacimiento y eso nos otorga un derecho fundamental a cuestionar. Somos una eterna incógnita tanto como Él, lo que nos vuelve mucho más parecidos de lo que creemos. En las tragedias somos Dios cuando ha dejado de confiar en sí mismo y está a punto de tirar la toalla, sin embargo, la fe en el futuro lo hace continuar.

Las incertidumbres caracterizan al humano tanto como su pensamiento. Conocemos el mínimo porcentaje de lo que realmente somos, por eso intentamos refugiarnos en las cosas materiales, por que nos dan certeza de algo. ¿Qué es un buen coche, buena ropa o una casa grande sino sólo una forma tangible de gritarle a los demás que existimos y que “nos va bien”? Lo material es agradable porque, aunque sea por unos minutos, brinda una frágil seguridad que nos dicta quiénes somos. Borra la incertidumbre, sin embargo, no borra las dudas sobre Dios.

Y ahí viven hasta que realmente lo necesitamos. Alcanzamos la fe en los momentos más solitarios y de mayor miedo. Creemos cuando lo material ya no cierra las dudas y navegamos perdidos en un mar extenso que parece no tener fin. Como dice la canción de Regina Spektor: “Nadie se ríe de Dios en un hospital”.

Y no son las formas o las costumbres. No se trata de una verdad absoluta ni de una misma fe. Dios es tan diverso como el mundo que lo habita, porque todos necesitan creer. Hay quien tiene fe en la muerte, otros en las estrellas. También están los que creen en ellos mismos y en sus familias, y junto a ellos viven los eternos soñadores que a diario depositan su fe en el amor. Dios ha nacido en tantas formas porque quizá no es Él quien construye al mundo, quizá el mundo es quien lo construye a Él. Nosotros mismos, con cada pensamiento, duda y muestra de amor.

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