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Hace unos días la periodista Daniela Barragán publicó un tuit que, a mi parecer, engloba el panorama político de México en los últimos meses: “Creo que ya no hay dudas de que la verdadera oposición son las mujeres”, decía.

Barragán hizo referencia a la continua erupción de la lucha feminista en México que, al parecer, es la única que se mantiene legítima, viva y creciente.

No hace falta investigar mucho para entender que actualmente no existe otra fuerza política o no política capaz de hacerle contrapeso al gobierno y de alguna manera desestabilizar sus caminos unilaterales, desde los cuales muchas veces se toman decisiones al vapor, y no mediante un análisis profundo de los cambios que nuestra sociedad requiere.

La lucha feminista en México realmente ha cimbrado ciertas estructuras desde que comenzó a tener más interés para la conversación pública. Aunque, lamentablemente, eso no significa un apoyo al movimiento, sino muchas veces la crítica y aberración contra esos grupos que salen a las calles y protestan, gritan, destruyen, pero sobre todo hacen reflexionar y transformar.

Para mí eso es una verdadera oposición. No los políticos rancios, los aristócratas de siempre y las supuestas voces “autorizadas” que se han enfrascado en dimes y diretes cada vez más irrelevantes contra el presidente y su gobierno, además de que ya poco tienen que ver con el pueblo: Que si el presidente no utiliza el cubrebocas, que si sus hijos se fueron de vacaciones, que si su esposa lució un vestido tal… ¿Cuál es la relevancia de todo esto para alguien que ha perdido a una hija, esposa o amiga a manos de la violencia contra las mujeres que vive impune en nuestro país? Ni los comunicados de los partidos, ni los tuits de los diputados panistas o priistas, ni mucho menos las simplonas reformas de ley ofrecerán justicia a todas estas mujeres que en algún punto de su vida han sido víctimas.

Es claro. Actualmente nuestro país no tiene fuerzas contrarias a la oficial que hagan replantear las decisiones de Estado o que sacudan a las instituciones que sólo dormitan en el lecho de la burocracia.

La única lucha que parece tener la llama encendida es la de las mujeres. Y muchos dirán que no son “oposición”, pues no se combate contra un presidente sino contra el sistema patriarcal. Quizá sea cierto, pero lo importante es que se acabe con las formas rígidas y arcaicas de nuestro sistema, y eso lo logran las mujeres cada que salen a las calles.

Cuando alguien pregunta de qué sirve quemar, destruir, gritar, hacer arder, la respuesta es sencilla. Si sólo así se consigue un poco de atención, pues entonces sirve de mucho. Que arda lo que tenga que arder. Que caigan los que tengan que caer.

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