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Lo que darían otros estados por tener la suerte de Yucatán. Aquí, cuando un niño o un adolescente desaparece es porque generalmente se escapó de casa y estaba “guardado” con algún amigo, un familiar o con un conocido. En este lugar, los menores extraviados casi siempre aparecen sanos y salvos y luego de que la policía los encuentra en poco tiempo son entregados a sus casas.

Del otro lado del país las historias son diferentes. Ahí los niños aparecen muertos o enterrados, si es que se vuelve a saber de ellos. No soy padre, pero se me revuelve el estómago sólo con imaginar que algún día un hijo mío desaparezca y nunca más poder mirarle el rostro, escucharlo o simplemente tener noticias de él.

Lo que darían muchas mamás del norte porque sus historias fueran parecidas a las de aquí. Que cuando sus hijos desaparecieron todo hubiese sido un malentendido familiar, una mala comunicación que terminó con un berrinche, pero que no pasó de ahí.

Por ejemplo, en Sonora hay grupos de madres que se reúnen para hallar los restos de sus hijos. Les dicen “las buscadoras” y andan por todas partes siguiendo rastros de la paz que alguien les arrebató. Muchas de ellas son mujeres que llevan años sin tener noticias de sus desaparecidos, y cansadas de vivir con los brazos cruzados, mejor optaron por salir a los cerros y con pico y pala cavan y cavan hasta encontrar alguna fosa. Cada vez más familias se adhieren a estos colectivos, y lo peor es que muchas veces no tienen ni la esperanza de hallar a sus hijos vivos. Sólo quieren despedirlos y alcanzar cierta paz.

Digan lo que digan, aquí no pasa eso. Ha habido casos, claro, pero no son mayoría ni mucho menos una tendencia. Por eso me da coraje cuando la gente critica a los muchachitos que son hallados con bien. Los acusan de irresponsables y los atacan con ira, como si fuesen los pecadores más grandes del mundo. ¿Acaso esta gente se sentiría mejor si nuestros adolescentes nunca aparecieran?, ¿si también se escribieran historias de muerte y dolor como en otros estados del país?

No lo creo, por eso hay que agradecer que aquí las alertas de búsqueda aún funcionan, que los muchachos desaparecen por voluntad propia y no a manos de la violencia o del crimen organizado. Si algo hay que destacar es que de las decenas de reportes de jóvenes extraviados en los últimos meses, la gran mayoría se resuelven en poco tiempo, sin madres cavando tierra en busca de restos humanos.

Ahora, también existe otro punto para analizar: ¿Por qué los jóvenes huyen de casa? Es evidente que la pandemia y demás circunstancias han abierto grietas en los núcleos familiares que desde hace mucho se mostraban. Existen violencia, desintegración y poca comunicación, lo que ha generado toda esta serie de reportes. Habrá que replantearnos las cosas, pues en estos tiempos hay mucho de qué hablar en casa.

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