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Confieso que he pasado mis últimos insomnios sometido a la lectura de revistas digitales. Es una esclavitud. No conciliar el descanso por la cantidad asombrosa de material de literatura que anda por ahí, circulando sin mayor desfachatez, a la espera de aparecer en el monitor nocturno. Es un descubrimiento. Sin duda. Lo digo con honestidad, pero sin pretensión.

En épocas en las que el lunes es igual al sábado, el tiempo se convierte en algo accesorio. Y agradezco a esa relatividad el haberme encontrado con cuentos de gente como Alejandra Basteris, Azla Ravét, Meryvid Pérez y Miguel Ángel Peña. Que si bien en sus propuestas estéticas no comparten rasgos similares, me atrevería a decir que sí los une el mismo código genético. Los cuatro escriben narrativa breve desde Yucatán.

Más allá de las horas dedicadas al surfeo entre páginas, si tu intención es conocer el panorama de escritura joven en México, es inevitable dar con las novedades de Tierra Adentro. Ahí se publicó, meses atrás, el texto “Domos de Agua” de Azla Ravét. Lejos de mi crush hacia los cuentos de corte fantástico, hay algo en este relato que me parece medularmente propositivo. Podríamos decir que es la historia de un anfibio. Un bebé que debe permanecer en una pecera. Pero, sobre todo, es la historia de unos padres que no querían ser padres. Una metáfora sobre el estancamiento. Acaso el peor de los cánceres.

El parto es el tema, precisamente, que hermana la prosa de Azla con un cuento publicado en la revista Metáforas al aire, del joven escritor Miguel Ángel Peña. El relato lleva por nombre “Las de antes”. Lirismo y oralidad. Ambas ideas se conjugan en el texto. Ambas ideas sirven también de envoltura para un andamiaje subterráneo que se asoma, como golpe en la oscuridad, al final de su peripecia. Pero que, al igual que en su propuesta, le regala al lector el milagroso vértigo de la hamaca.

De Miguel Ángel también destaco la audacia de construir personajes. Una técnica que a mí me produce pudor. Creo que hay que ser muy valiente para emular un diálogo. Una valentía similar a la de Alejandra Basteris, quien publicó dos relatos en la edición más reciente de la revista Club Homónimo. Uno de ellos titulado “Caballos del Valle”, en el que la narradora apuesta por la sonoridad del paisaje y la filigrana de sus descripciones, sin perder de vista el hecho imprescindible de contar una historia. A algunos se nos olvida que narrar es contar; éste no es el caso.

Retomo la idea del valor, no como testimonio moral sino como la antítesis del miedo. No tener miedo a profundizar en el lenguaje, no tener miedo a desgatar el símbolo. Y ésa es quizá la premisa que rige el cuento “Venta de corral” de Meryvid Pérez, publicado por Efecto Antabus. Un texto que, entre el follaje de las plumas, sobresale por la precisión de sus imágenes. Por su cuestionamiento a las violencias.

Siempre he pensado que las primeras publicaciones son similares a los primeros ladrillos de una casa. Una casa es como un libro. Un libro es también un futuro hogar. Habitémoslo.

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