Un robo en la Biblioteca del Museo (y II)
Joed Amilcar Peña Alcocer: Un robo en la Biblioteca del Museo (y II)
La auditoría al Museo Arqueológico e Histórico de Yucatán se extendió por varias semanas. La búsqueda de inventarios y testimonios de los documentos históricos que custodiaba parecía un laberinto sin salida que se hacía cada vez más sinuoso y confuso. La inexistencia de documentación administrativa y el ausentismo de Luis Rosado Vega hicieron más lenta la investigación sobre el robo.
Eduardo Martínez G. Cantón, el responsable de la auditoría e intervención al Museo, reportó las dificultades que tuvo que superar: el ausentismo de Luis Rosado Vega, la inexistencia de registros administrativos, inventarios generales o una relación de las obras bibliográficas y documentos que debían estar bajo el resguardo de la Institución.
Después de un mes se encontraron papeles dispersos con el registro de piezas arqueológicas, sobre el paradero de la biblioteca no hubo pista y se hacía necesario preguntar directamente a Rosado Vega por ellos. El personal no estaba capacitado para hacer frente a las eventualidades que surgieron durante la prolongada ausencia del director, todo esto orilló al interventor a sugerir el despido de una parte del personal y la elaboración de documentación probatoria de todos los bienes que poseía el establecimiento.
En noviembre de ese mismo año (1936) fueron recuperadas las obras substraídas de las colecciones bibliográficas del Museo. Martínez G. Cantón informó que Humberto Peniche Vallado y Clemente López Trujillo, por comisión del Ejecutivo del Estado, entregaron al Museo los 36 libros recuperados. Además de los comisionados, estuvieron presentes Eduardo Martínez G. Cantón en su calidad de interventor, Enrique Leal como secretario del Museo, Oswaldo Baqueiro Anduze en representación del Diario del Sureste, Lorenzo González Reyes en representación del Diario de Yucatán y Raúl G. Cámara Zavala redactor gráfico del Diario del Sureste.
La consecuencia de las faltas administrativas de Luis Rosado Vega fue su destitución del cargo que ostentó por más de una década y la renovación de todo el personal. La planta laboral del Museo la conformaron Luis Rosado Vega como director, Enrique Leal como secretario, Pedro Montero como archivero, Manuel Falero como jefe de servicio, Renán Irigoyen como escribiente y Alberto Trujillo, Antonio Balam, Desiderio Maldonado y Ramón D. Pérez como oficiales de servicio.
Así, con más pena que gloria, Rosado Vega dejó la dirección del establecimiento. De acuerdo a los datos e información que arrojó la investigación de Martínez G. Cantón podemos concluir que el poeta privilegió desarrollar su faceta literaria e intelectual, en detrimento de su responsabilidad al frente del museo más importante del sureste. Este hecho ha pasado desapercibido en la larga trayectoria del autor de “Peregrina”