La guerra y sus discursos legitimadores

Jorge Castillo Canche: La guerra y sus discursos legitimadores

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El surgimiento de la organización política del Imperio en la Antigüedad trajo consigo el uso de la guerra en gran escala como medio para expandirse y fortalecerse; así lo hicieron las civilizaciones persa y egipcia conquistando y sometiendo a otros pueblos, aunque ninguna como la del Imperio Romano que daría carta de naturalidad al discurso de la “civilización” que se imponía a la “barbarie”.

Durante la Edad Media y con el asentamiento de las grandes religiones de Oriente y Occidente, se desataron las guerras religiosas por la implantación del monoteísmo, en su versión judeo-cristiana o la del islam, y todo lo que significaban social, cultural y económicamente. La idea central de unos y otros fue el combate contra los “infieles” apoderándose o recuperando ciudades, territorios, vías comerciales, procurando mantener o imponer las formas de gobierno y cultura de los vencedores.

Con el surgimiento y desarrollo del sistema económico capitalista, la conquista y colonización, fue el camino de España, Portugal, Inglaterra, Francia y los Países Bajos, para la obtención de recursos naturales, metales preciosos, mano de obra esclava, para dinamizar sus sociedades y convertir a una parte de Europa en el ombligo del mundo por varios siglos. Así culturas y civilizaciones, sobre todo en África y América, serían incorporadas a la historia mundial desde el siglo XVI a través de invasiones y fundación de asentamientos poblacionales, justificadas en las antiguas fórmulas ideológicas binarias: civilización-barbarie y/o fieles-infieles. El discurso de la expansión de los dominios del dios verdadero y la “guerra justa” dio lugar a las sociedades coloniales organizadas según los valores europeos que puso en lo más alto de la pirámide social a los conquistadores y colonizadores.

El declive de esa posición de dominio mundial de Europa, o al menos de algunas potencias colonialistas, comenzó con las revoluciones y guerras de independencia en la América de la segunda mitad del siglo XVIII; una de ellas fue la de las antiguas colonias inglesas que se convirtieron con el paso del tiempo en los Estados Unidos de Norteamérica y en el país más poderoso hasta el día de hoy.

El discurso de la guerra es desde entonces el que reivindica el Estado-Nación democrático con ciudadanos y no súbditos, que tienen derechos individuales basados en los principios de libertad, igualdad y fraternidad. Ha servido para guerras de todo tipo, desde las dos conflagraciones mundiales del siglo XX para acabar con el peligro nazi-fascista, pasando por la actitud injerencista de un país sobre otro, financiando a grupos opositores al gobierno en turno y que, en varios casos, ha desatado guerras civiles, hasta las invasiones del siglo XXI con el nuevo ingrediente ideológico del combate al terrorismo.

La guerra actual entre los países de Rusia y Ucrania sólo parece mostrar que la humanidad no aprende de su historia; la narrativa de uno y otro y sus aliados, en Europa y América especialmente, reciclan justificaciones del pasado que sólo terminan beneficiando a los poderosos, los dueños del dinero y sus representantes en la política; mientras tanto y como siempre, la población civil es la más afectada con sus muertos, desplazados y migrantes.

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