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Hace algunos años organizamos un taller de pintura con ayuda del maestro Rafael Penroz, quien formaba parte de la planta de maestros en la Escuela Superior de Artes de Yucatán (ESAY), con un grupo de estudiantes de arte y otro grupo de jóvenes del poblado de Santa Elena, localidad aledaña a la zona arqueológica de Uxmal.

El taller tuvo como objetivo la interacción de los muchachos para generar conocimiento y plasmarlo en un producto. En este caso los estudiantes avanzados de arte enseñaran a los jóvenes de Santa Elena técnicas de la pintura y las artes. Los jóvenes locales les compartieron esa sensibilidad relacionada con el ambiente natural, así como sus costumbres y tradiciones.

Los cinco grupos de trabajo tuvieron excelentes resultados, pero el caso de un encuentro que yo denominé Camino al cielo se logró un día de domingo en el atrio de la iglesia, donde se colocó un yute de color blanco de aproximadamente 10 metros de largo con unas charolas con pintura de color negro. Allí los estudiantes invitaron a los feligreses que salían después de la misa a que se quitaran los zapatos y remojaran los pies en las charolas con pintura y posteriormente caminaran sobre el lienzo para que dejaran la huella de la planta de los pies en el yute.

Los niños no dudaron en formar parte de la experiencia, se mojaban los pies en la pintura y caminaban de ida y vuelta, unas huellas dejaron solamente el contorno de los pies, otras huellas plasmaron toda la planta del pie de manera uniforme, otras más dejaron la huella del contorno, pero con los dedos bien definidos; hubo otras huellas más oscuras y bien definidas con un arco alto de la planta de los pies y del que no quedó huella. Después que los niños y los jóvenes imprimieron su huella, este gran lienzo fue expuesto al sol a la vista de sus autores. Los estudiantes revaloraron el conocimiento nativo y los chicos del pueblo se nutrieron con técnicas para desarrollar esa sensibilidad en el dibujo y la pintura.

El lienzo viajó al extranjero como parte de una exposición de pintura del maestro Penroz y finalizando la exposición me compartió un fragmento del lienzo, el cual enmarqué y lo coloqué en la pared de mi campamento con las huellas hacia arriba y lo titulé Camino al cielo.

Aún tengo la esperanza de que, después de la pandemia, nuevamente retomemos estos talleres en las comunidades como parte de las labores que debemos desarrollar estando en un sitio con un valor patrimonial.

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