El dilema de México en relación a Venezuela
El Poder de la pluma
Desde hace más de 20 años se ha puesto en duda la vigencia de la Doctrina Estrada en materia de política exterior. Una política Estrada que aparece en 1930, cuando Genaro Estrada, secretario de Relaciones Exteriores, pronuncia un discurso en donde considera que la práctica de reconocer gobiernos de otras naciones es denigrante porque ofende la soberanía de esos países.
En el siglo XX la Doctrina Estrada le dio a México un prestigio internacional en materia de política exterior. En el año 2000, con la alternancia en el poder, esta doctrina es cuestionada.
Con el afán de uniformar y homologar la política exterior de México, independientemente del partido político que ejerza el poder, se modificó la Constitución federal y se estableció una serie de principios de política exterior.
Se agregó dentro de ellos el respeto y protección a los derechos humanos.
Principio que aparentemente se opone al de la no intervención que propugna la Doctrina Estrada.
En el caso de Venezuela el gobierno de nuestro país ha sostenido el reconocer a Nicolás Maduro Moros como su legítimo presidente.
La no intervención es el pretexto más vivo de quienes desde el poder convierten sus mandatos populares en regímenes dictatoriales; es decir, Maduro (o cualquier otro dictador) pregona que: “El problema de Venezuela lo resuelven los venezolanos”. Conveniencia cínica, no defensa apasionada de la libertad de Venezuela.
Tampoco actúan con sentido de ética o políticamente correcto aquellos países que en el nombre de los derechos humanos intervienen soberanías. Es claro que Estados Unidos no está preocupado por los derechos humanos de los venezolanos sino por los intereses energéticos que representa PDVSA (Petróleos de Venezuela Sociedad Anónima).
El tema para nosotros los mexicanos estriba en qué postura asumir ante la realidad de regímenes que son claramente dictatoriales sin menoscabo de condenar cualquier intervención militar por muy humana que aparentemente sea.
Sin bien es cierto que nuestro texto constitucional pregona la Doctrina Estrada, también está el principio y compromiso con los derechos humanos. ¿Cómo hacer armónico este dilema?
Debemos tener en cuenta que cada doctrina responde a un tiempo y lugar determinado, a una circunstancia específica; posiblemente por ello la Doctrina Estrada tenga que recomponerse; nos parece que debemos por lo menos replantear esta doctrina en aras de estar más en concordancia con los tiempos actuales.
Nuestra postura política debe ser más activa con otros principios como los derechos humanos que tanto pregona y defiende nuestra Carta Magna.