¿Deben los gobiernos ahorrar?
El poder de la pluma
La riqueza consiste mucho más en el disfrute que en la posesión.- Aristóteles
Muchas personas, incluso funcionarios públicos con un nivel de cargo alto, consideran que es actitud responsable y ética que los gobiernos ahorren, como si se tratase de una empresa privada o negocio particular.
Pues bien, para intentar responder la interrogante de si los gobiernos deben ahorrar es menester decir que en los asuntos públicos no existe la ley del interés personal a la que se refiere John Stuart Mill, es decir, el móvil psicológico de las personas para realizar todo lo necesario para que una empresa, de naturaleza privada, sea exitosa. En el caso de las empresas públicas no existe interés personal. Lo que significa que el interés es público o social pero nunca privado.
Salvo las dictaduras, que intentan perpetuarse, los gobiernos democráticos son siempre ambulantes. Las dictaduras se acorazan porque guerrean, las democracias se presentan como son porque intentan convencer. Las democracias tardan una determinada temporalidad, los gobiernos se van y llegan otros.
¿Ahorrar? ¿Como para qué? Dice la versión electrónica del Diccionario de la Lengua Española que ahorro es reservar una parte de los ingresos ordinarios o guardar dinero como previsión para futuras necesidades. Si consideramos que el Presupuesto de Egresos de la Federación se elabora y dictamina cada año, eso presupuestado está para ejercerse. Desde luego eficazmente. Aunado a su unidad y a su especialización de los gastos donde incluso se contemplan recursos para desastres naturales, dicho presupuesto no tiene cabida para ahorrar. El gasto público es para ejercerse eficazmente. Por tanto, los gobiernos no deben ahorrar, en el sentido de lo privado, sino ejercer responsablemente el presupuesto ya autorizado.
Claro es que cuando se está ante un México vapuleado, incrédulo de lo que significa el gasto público eficiente y eficaz en el combate a los problemas nacionales, todo lo que suene a austero o ahorro es bienvenido. En términos generales el ciudadano de “a pie” ya no cree en las instituciones públicas, en los gobiernos, salvo que por interés personal le beneficie en algo.
Hay que tener cuidado de los gobiernos que presumen ahorro en el gasto público, el gasto público está para ejercerse eficazmente en lo destinado. Suena a demagogia eso de ahorrar para beneficio del pueblo. El pueblo lo que pide “a gritos” es ejercer eficaz y responsablemente el gasto público, no despilfarrarlo.