¿Votarían por un político que revela sus limitaciones?
El poder de la pluma
Por supuesto que mentimos con la boca, pero siempre decimos la verdad con la cara que ponemos al mentir.- Nietzsche
Existen de mentiras a mentiras. Hay diversos grados de mentira. Como dice Fernando Savater: “Hay mentiras que pueden incluso ser de cortesía. Poéticas. Que no tienen que escandalizar ni perturbar. Muy al contrario, algunas se encuentran ya integradas en el juego social. Lo importante del engaño es el contexto y a quién se miente”. En el discurso político, muchas veces se esconde la auténtica intención de lo que se pregona a los cuatro vientos. Los mexicanos somos un pueblo ambivalente. En general cuando escuchamos a un político sabemos de antemano que nos miente, y sin embargo queremos en el fondo que nos dé esperanzas, aunque nos siga mintiendo. Ningún político nos dice sus limitaciones. ¿Votarían los lectores por un político honesto que se atreve a decirnos que no va a poder solucionar tal tema?
La relación entre lo que decimos con palabras, que pueden ser mentiras, y lo que nuestro cuerpo expresa, parece una ambigüedad. La lógica operativa del detector de mentiras tiene que ver con la sudoración que genera el cuerpo al emitir una respuesta, ya sea en sentido afirmativo o negativo. Es un impulso corporal que puede detectar una discrepancia entre la respuesta emitida y los impulsos nerviosos que generan la sudoración corporal. Sin embargo, puede darse el caso de ciertas personas en quienes el detector de mentiras no identifica la falsedad, porque tienen una baja discrepancia entre sus engaños y la sudoración corporal; es decir, “saben mentir”, se creen sus propias falsedades. Lord Byron dice en torno a la mentira: “Y, después de todo, ¿qué es una mentira? Nada más que la verdad con máscara”.
Existen diversas reacciones del cuerpo humano cuando se emite una mentira, desde levantar la vista a algún lugar indeterminado hasta parpadear continuamente. Hay quienes se rascan la nariz, hacen algún gesto de nerviosismo o sudan en forma intensa, ya sea de las manos o el rostro. De “dientes para afuera” se podrán decir muchas cosas, sean verdades o mentiras, pero en ocasiones la expresión corporal es la que delata las cosas que son ciertas y las que no.
Se dice que cuando un individuo se acaricia la mandíbula es signo de reflexión; en cambio cuando tiene los brazos cruzados se considera que tiene una actitud “a la defensiva”; si se frota un ojo, se dice que tiene dudas de su interlocutor, incredulidad de lo que dice; si se aprieta los labios es porque tiene desconfianza y desagrado; si alguien martillea con los dedos la mesa o silla es signo de impaciencia, de prisa; si el sujeto mira al suelo es síntoma de no creerse lo que está escuchando; mantener las piernas cruzadas con un pie que se mueve es síntoma de aburrimiento o impaciencia y, finalmente, si la persona está sentada al borde de la silla es señal o deseo de marcharse.
¿Por qué mentimos? Muchos mienten por creer que de esa manera se defienden. Hay quienes mienten por sistema; los que van por la vida mintiendo usan quizá un “mecanismo de defensa”.