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En medio de los aguaceros provocados por la tormenta tropical “Gamma”, reflexionaba sobre derecho y filosofía. La decisión de la Suprema Corte de Justicia de declarar la consulta popular del Ejecutivo federal como constitucional ha generado una gran animadversión al trabajo y a la autonomía del máximo tribunal del país. Tan sencillo de entender que el cumplimiento de la ley no es ni debe ser tema de consulta popular. De los tres poderes del estado, el ejecutivo y el legislativo son los democráticos. El poder judicial no tiene por qué serlo. Su esencia es conocer derecho y aplicar justicia.

Pero, ¡qué va! Estamos ante la posmodernidad del pensamiento y del actuar. La incongruencia frente a la lógica. Lo decía José Ortega y Gasset: ahora todos esgrimen tener derecho, incluso el hombre vulgar reclama derecho a la vulgaridad. El hombre mediocre de José Ingenieros es el que determina y controla el mundo actual. El derecho es una versión de la justicia. La justicia parece ser más lo que desayuna un juez. Es finalmente la decisión de la mayoría, lo que en una sala de 11 deciden 6. Se privilegia el número sobre la calidad. Lo constitucional tiene que ver con números más que con la razón jurídica del texto constitucional. No es la mayoría de razón sino la mayoría entre las razones. En un segundo tiempo, la Suprema Corte aprueba una reformulación de la pregunta. ¿Algún lector la entendió? ¿Qué quiso decir?

Reflexioné sobre Nietzsche y en el superhombre que no es de superioridad sino de condición frente a la sinrazón. El mismo superhombre de La gaya ciencia y Zaratrustra, mientras que cada ministro expone sus razones del tema. parece que todos tienen razón, esgrimen, argumentan, razonan, hacen alarde de sus conocimientos jurídicos de un sistema constitucional manoseado.

Pasan por mi mente Spinoza, Hobbes y Hegel. El primero con su Dios naturaleza. A ese mismo me encomiendo frente al desquebrajamiento de nuestro sistema constitucional. Pienso en el segundo, con su demoniaca serpiente marina llamada Leviatán, creo que estamos frente a un hijo de esta mítica bestia. Por último, Hegel con su propuesta de método dialéctico de tesis, antítesis y síntesis, derrotada ante este tribunal máximo de alzada que en pocas ocasiones confronta argumentos. Exijo más diálogo y menos relato.

Kant propone una ética deontológica, es decir, el deber por el deber. Un imperativo categórico, así debería ser la justicia. Ciega para no decidir de acuerdo con circunstancias o intereses. De conformidad con John Rawls, con su “velo de la ignorancia” para no ver a quien condena la ley y sea lo más justo posible.

Lo decía el jurista Modesto Seara Vázquez: “El derecho refleja las relaciones del poder más que las aspiraciones de justicia”. Todos los ministros que expusieron sus argumentos tienen “razón” y, sin embargo, es inconstitucional.

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