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A raíz de las elecciones en EU vuelve a la mesa de la discusión si hace bien el presidente de México en no reconocer hasta el momento el triunfo del candidato demócrata a la presidencia Joe Biden. Recién lo hizo Xi Jinping, el presidente de China, faltan el presidente de la federación rusa Vladímir Putin y Bolsonaro de Brasil. Tampoco Biden se muestra desesperado porque lo hagan. En nuestro país un grupo de gobernadores de oposición ha reconocido el triunfo de Biden, esto con pocas repercusiones internacionales, dado que nuestro sistema federal le confiere cuasi nula participación a las entidades federativas en los escenarios internacionales. Esta declaración política de los gobernadores ni inmutó a Biden.

Hay varias doctrinas sobre el reconocimiento de gobiernos, la Tobar, la Wilson, la Jefferson, la polémica doctrina Monroe y, por supuesto, la doctrina Estrada. Esta le dio a México un gran respeto frente a la comunidad internacional. La doctrina Estrada surge en la década de los 30 del siglo pasado a raíz de un discurso del entonces secretario de Relaciones Exteriores de México. En términos generales, en dicho documento se sostiene que los gobiernos de los países no deben inmiscuirse en asuntos de otros gobiernos extranjeros, ya que hacerlo hiere la soberanía de los Estados. En este sentido, México no debe inmiscuirse en opinar sobre la legalidad o no de los procesos políticos democráticos de cualquier país o peor aún reconocer triunfadores cuando oficialmente no se ha hecho. Debe esperar que lo hagan los órganos internos de los estados para después reconocer enviando a sus diplomáticos y cónsules o demás representantes diplomáticos.

La Doctrina Estrada es también conocida como principio de no intervención. ¿Están vigentes sus postulados a casi un siglo de su creación? Durante los gobiernos panistas sufrió un menoscabo, el folclórico Vicente Fox modifica gran parte del actuar del gobierno en escenarios mundiales. Recordamos el histórico ¡comes y te vas! o el voto en la ONU a favor de una visita a cárceles cubanas. Calderón estableció a regañadientes relaciones diplomáticas con potencias ajenas a su ideología de ultraderecha.

A raíz de la modificación de la fracción X del artículo 89 constitucional se incorporan los principios de política exterior con ejes fundamentales en la conducción de tal política. Entre éstos están la no intervención y el respeto a los derechos humanos. ¿Cómo hacer compatibles tales principios? No inmiscuirse en asuntos internos de los estados y pedir respeto a los derechos humanos parece misión imposible. Los regímenes dictatoriales han utilizado estos pretextos para evitar que su falta de compromiso con los derechos humanos sea utilizada contra ellos como agravante de su actuación.

Hipotéticamente, ¿qué pasaría si el gobierno de México reconoce el triunfo de Biden y después un tribunal americano le da la victoria a Trump? En diplomacia los intereses políticos deben estar mesurados por “susana prudencia”. El presidente reconocerá tarde o temprano al que sea nombrado por las autoridades norteamericanas como el próximo presidente de los EU. ¡Eso que ni que!

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