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Huye de los elogios, pero trata de merecerlos.- Francois de Salignac de La Mothe, Fénelon

A la mayoría de las personas nos gusta ser reconocidos por nuestros esfuerzos, como una muestra de respeto por lo logrado. Es de humanos ser admirado y elogiado. En general, nos gusta ser alabados, incluso hasta en nuestras relaciones interpersonales. La fama tiene ese ingrediente de fascinación, la admiración y el deseo de no pasar desapercibido. Cuando la gente se toma una foto (selfie se llama ahora, cuando uno mismo lo hace), y la exhibe, es una manera de reconocimiento social, sobre todo en estos días de aislamiento obligado.

Pero una cosa es la admiración y el reconocimiento real y efectivo y otra la simulación de ambas. Según el diccionario de la Real Academia Española, adular es “hacer o decir con intención, a veces inmoderadamente, lo que se cree puede agradar a otro”. Es decir, independientemente de su real reconocimiento, adular es la posibilidad de agradar al otro. Existen verdaderos expertos en adulación. Pero hay ocasiones en que las mismas personas compran sus reconocimientos para presumir ante los demás. Méritos no ganados, sino comprados. Si hay “instituciones” que los venden, es porque hay quien los compre. He observado en los últimos días a personas que suben sus reconocimientos y logros a las redes sociales, hasta supuestos doctorados honoris causa, y en grupos desde 5 y hasta 16 personas.

Lo he platicado en otra ocasión. En llamada telefónica, una suave voz femenina me comunica que x universidad había decidido investirme con el grado de doctor honoris causa por “mis logros” a cambio de 25 mil pesos por concepto de “donación para gastos”. Junto conmigo serían otras 5 personas y, así en Mérida, Chetumal y Campeche. Un fin de semana de 450 mil pesos a cambio de un pergamino con reconocimiento de doctor honoris causa. Pura simulación. Por supuesto que sin ofenderlos los rechace. No me trago el cuento. Sin falsas modestias, no me siento con el mérito suficiente y tampoco quiero simular, ni engañar a la gente, ni perder 25 mil pesos en tiempos difíciles. “Doctorados patitos” se les conoce.

Sin demeritar a los verdaderos doctores honoris causa, me pregunto: ¿No les dará vergüenza recibir un reconocimiento sin merecerlo? Tienen que tener “la caradura”. Años atrás los doctorados honoris causa eran una excepción, se les entregaba a verdaderos contribuyentes sociales, que hubieran aportado al campo del conocimiento, la ciencia o la cultura, que sin tener el grado de doctor se les entregaba como un reconocimiento a esa aportación. Literatos, poetas, humanistas, investigadores e incluso políticos prominentes recibían esta distinción.

Está “de moda” ser doctor en algo. Muchos pretenden serlo, pero sin estudiar. ¡Da status! No saben elaborar una investigación, pero sueñan con ser doctores ¡Suena y viste bien! Por cierto, en Yucatán somos expertos en el tema del elogio, la falsa alabanza, la lambisconería o, como decimos acá, el cultivo yucateco.

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