Política, no metafísica ni farandulería
El poder de la pluma
En memoria de Jorge Daniel Pinto Gómez
En su obra Teoría de la justicia, el jurista norteamericano John Bordley Rawls sostiene que para construir una sociedad que aspire a ser justa es menester saber qué temas deben discutirse y legislarse, y cuáles otros deben quedar fuera de la discusión formal de la vida social; propone política, no metafísica. Por política debemos entender los temas que ocurren en la civitas, en la ciudad, en las calles, en las cosas del Estado, la Ciudad-Estado.
En cambio, la metafísica va más allá de lo que ocurre en la ciudad. Discutir metafísica es un ejercicio muy enriquecedor, pero es muy probable que no se llegue a un acuerdo unánime. Platón y Aristóteles no se pudieron poner de acuerdo en varias discusiones metafísicas, al grado de que este último dijo: “Soy amigo de Platón, pero más amigo de la verdad”. Inmanuel Kant fue severamente criticado por Nietzsche al grado que éste llamó a aquél “viejo moralista”. Discutir cuestiones metafísicas suele resultar apasionante a la luz de la razón. Pero nadie tiene la verdad absoluta sobre las cosas. A nosotros nos apasiona la metafísica.
Entonces, ¿qué es lo que el legislador debe plasmar en ley? Pues lo que ocurre en la vida de la sociedad, lo que pasa en la ciudad, eso significa de hay temas como el matrimonio entre personas del mismo sexo, las plataformas digitales, las redes sociales, el neuro-derecho entre otros, que deben regularse en ley. No porque se haga significa que el Estado lo promociona, sino, por el contrario, el Estado simplemente lo norma, como hipótesis jurídica. Una sociedad que se considere moderna debe estar abierta a todas las formas de expresión social, debe salvaguardar un bien jurídico tutelado.
México necesita tener autoridades y representantes de buen nivel. Funcionarios con actitudes además de aptitudes, un poder legislativo de altura, que se discutan temas de interés generales, no pleitos vergonzosos, y un poder judicial verdaderamente autónomo que sea la garantía del cumplimiento irrestricto de la ley. La única forma de tener este escenario es saber elegir a nuestros representantes. Nuestra frágil democracia exige que llevemos a esos cargos gente preparada, no guiarse solamente por la fama o el oportunismo.
En parte la culpa de esta coyuntura política de famosos compitiendo por cargos de diputados, hasta alcaldes y gobernadores es que la clase política tradicional nos falló. “El político de oficio” no fue capaz de resolver los problemas y, lejos de esto, abuso en muchos casos del poder conferido. Saber elegir ahora es un tema de vital importancia para convertir al Estado mexicano en el garante de nuestras instituciones. Evitar a toda costa la “artisteada” en la política. Diríamos más política, no metafísica, ni farandulería.