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En los últimos días ha salido a la luz pública una posible reforma constitucional y legal a la figura jurídica-política de la naturalización. Se ha mencionado que se desea otorgar a los naturalizados participación en asuntos tradicionalmente reservados a mexicanos por nacimiento. Es probable que existan intereses políticos, en México nada pasa por puro y genuino interés nacional, casi todo tiene “nombre y apellido”.

La nacionalidad es un vínculo político jurídico entre una persona física o moral (persona jurídica) y el Estado. Es además un derecho humano fundamental, toda persona tiene derecho a tener una nacionalidad. Existen países como el nuestro, en donde se permite tener dos o más, empero los actos jurídicos que realicen en territorio nacional van a ser considerados como hechos por nacionales. Bajo la lógica del principio de no contradicción, una persona no puede ser y no ser a la vez. Sólo hay dos posibilidades o eres mexicano o eres extranjero. Se puede llegar a ser mexicano por dos vías, por nacimiento y por naturalización. En la primera, hay dos maneras, por la vía del territorio (jus soli) es decir por nacer en suelo nacional o zona considerada nacional (embajadas, consulados, buques y aeronaves con matrícula nacional) y por la vinculación sanguínea (jus sanguinis) de padre y/o madre mexicana, aunque nazcan fuera del suelo nacional. Las embajadas, los consulados y, en general, las representaciones diplomáticas son territorio del Estado que representan. Lo mismo ocurre con aeronaves y embarcaciones de bandera o matrícula mexicana, ya sea que se encuentren aparcados o volando en el caso de los primeros, o en puertos marítimos o en aguas internacionales en el caso de los segundos. Por tanto, las personas que nacen dentro de una aeronave de matrícula mexicana en vuelo o en cualquier aeropuerto del mundo se consideran nacidas en suelo mexicano y tienen la nacionalidad mexicana por nacimiento.

Las personas que han optado por la naturalización han renunciado expresamente a su nacionalidad originaria, los mexicanos por nacimiento no. Se da por hecho que nos sentimos orgullosos de serlo y es inherente a nuestra idiosincrasia. Sin embargo, habría que demostrarlo con hechos y actitudes.

Durante muchos años se ha considerado que los naturalizados son “medio-mexicanos”, porque no tuvieron la nacionalidad originaria. Por tanto, no habría que darles plenos derechos de participación política en puestos claves para el desarrollo del país. Por ejemplo, no pueden ser presidentes, gobernadores, alcaldes, senadores, diputados, ni ministros, magistrados, etc. Esos cargos están reservados para los mexicanos por nacimiento. El argumento político fue que impedirles el acceso a esos cargos es aquilatar y asegurar “el futuro nacionalista del país”. Entonces, ¿impera el principio de que en México todas las personas somos iguales?, ¿es una violación al párrafo quinto del artículo 1 constitucional?: “Queda prohibida toda discriminación motivada por origen étnico o nacional…”. La solución al problema es que para otorgar la naturalización sea necesario satisfacer más requisitos, ampliarlos en la ley de nacionalidad. Si los vamos a llamar ¡nuevos compatriotas! no sólo sea de palabra, sino porque realmente lo sentimos, pero sobre todo porque ellos así se consideran. Ser mexicanos es amar a México. Es sentir en la piel la cultura y la idiosincrasia nacionales.

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