La risa en nuestros días

José Luis Ripoll Gómez: La risa en nuestros días.

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Tres cosas ayudan a sobrellevar las dificultades: la esperanza, el sueño y la risa Kant

Siete siglos antes de Cristo, la filosofía occidental comenzaba con un evento chusco, la caída en una zanja de Tales de Mileto. Contemplaba absorto el cielo cuando de repente ¡zas!, se cae en un hueco. Por dedicarse a pensar en el más allá, se olvido del más acá.

Por pretender ser el alma de la sabiduría, la filosofía no se vincula apriori con la risa. Es imposible sostener un sistema filosófico usando la comicidad como medio. Para extraer la risa de la filosofía hay que hacer un ejercicio hermenéutico y literario. Analizar a los autores desde la agudeza visual de lo burdo y de lo absurdo, lo que catapulta hacia estadios de ironía y sabiduría.

La risa ha sido tema de reflexión filosófica. Desde Aristóteles de Estagira hasta el francés, Premio Nobel de Literatura, Henry Bergson con su obra La risa. Irónicamente en la historia de la filosofía algunos de los más famosos personajes que se dedicaron a reflexionar sobre el sentido del humor fueron considerados como malhumorados, amargados en el sentido del poco acercamiento con la risa. Arthur Schopenhauer, Nietzsche y Kant, entre otros.

No hay comicidad fuera de lo propiamente humano. Las personas somos los únicos seres vivos que reímos. Ninguna especie del reino animal lo hace. Los primates hacen gestos que parecen risa, pero no hay disfrute de algún evento o circunstancia. Un paisaje por muy bello y sublime que parezca, no puede ser risible.

Para reírse hay que dejar a un lado el aspecto sensible, abandonarse por lo burdo, lo grotesco y no aferrarse a lo sentimental. Anestesiar momentáneamente el corazón. En palabras de Blaise Pascal: “el corazón tiene su razón, que la razón no entiende”. Si apagamos el volumen de la música a los bailarines que dan sus mejores pasos, es probable que los veamos ridículos. Lo sensible juega un aspecto fundamental en la comicidad. Reír pone en movimiento entre 12 a 17 músculos de la cara.

Nuestra comicidad es siempre la risa de un grupo, complicidad con los otros. La socialización de lo cómico es básica para generar la risa.

En los últimos años, la posmodernidad ha invadido negativamente la comicidad. Hoy, en aras de la risa, se vulgariza la comicidad a través del insulto, de la grosería, de lo vulgar o corriente. En palabras de Ortega y Gasett: “El hombre vulgar reclama derecho a la vulgaridad”. En términos de la ley de la comicidad, según Bergson: “Cuando un cierto efecto cómico deriva de una cierta causa, el efecto nos parecerá más cómico cuanto más natural nos resulte la causa”. Ahora nos tratan de vender que lo natural es el insulto, la palabra soez.

El viejo Kant contaba varios chistes a sus interlocutores. Uno de ellos refiere que un caballero y fino inglés acudió a un bar por unas cervezas, en eso estaba cuando un indigente se le acerca y mira con cierto grado de asombro la cerveza, el inglés le pregunta qué le veía, a lo que el indigente responde que le extrañaba no cómo le hicieron para meter la cerveza al envase, sino cómo introdujeron la espuma.

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