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Creo firmemente en el amor como elemento de conocimiento, aprendizaje y modificador de la conducta

Psicólogos, sociólogos y antropólogos afirman que el amor y el AMAR se aprenden. Y, surge la pregunta: ¿quién o quiénes nos enseñan a amar, a amarnos? Generalmente, nuestros padres nos han enseñado el amor y cómo amar. Son nuestros primeros maestros, aunque no siempre los mejores. De niños creemos que los padres son perfectos. Pasado el tiempo, alguna vez, nos sentimos defraudados, desilusionados e incluso molestos, irritados, al descubrir que tienen defectos. ¡Claro!, son seres humanos, con conceptos equivocados, con ternura, con gozos, con penas, con corajes y frustraciones. Quizá este descubrimiento es el principio de la madurez en el individuo.

En otra etapa educativa, existen maestros muy competentes en las materias que enseñan, pero olvidan que los estudiantes requieren para una formación integral una educación amorosa. Si el profesor comprende que cada uno es persona, entonces será prudente. Esto significa ser empático con cada estudiante, observarlo y darle el tratamiento emocional que requiere según su realidad; entonces podrán esforzarse para convivir en respeto y armonía. NO se puede forzar a nadie a aprender algo. Se puede enseñar, mostrar, explicar, pero no se puede hacer que la persona aprenda. Sólo quien se proponga aprender aprenderá.

El profesor muestra a los alumnos cuán apasionante y maravilloso es interesarse, asimilar conocimientos y buenas conductas. Recordemos que la palabra EDUCACIÓN procede del latín “educare” que significa conducir, guiar y también es: “Sacar a la luz lo mejor del individuo”.

Hay quienes dudan del poder del amor en la enseñanza. Existe predisposición contra las teorías que tratan de probar “la fuerza del amor” en otras fuerzas positivas, en lo que respecta a la determinación de la conducta y la personalidad humana y de su influencia en el desarrollo de la evolución biológica, mental, social, moral y que afectan la dirección de acontecimientos históricos e instituciones sociales, culturales y educativas.

No TODO cuanto existe puede predecirse numéricamente, como sucede con los ideales y los “sueños”. El “sueño” de HOY puede ser la realidad de mañana. Buckminster Fuller, profesor y escritor, dijo: “Tengo una gran esperanza en el mañana que se basa en tres cosas: la verdad, la juventud y El AMOR”. Entonces, el amor aparece como elemento fundamental en el binomio enseñanza-aprendizaje. El maestro que toma en cuenta a sus estudiantes como dignos de respeto, capaces de construir su propio futuro, los inspira para ser mejores seres humanos. Guiar, enseñar en y con AMOR es lo que hace que niños y jóvenes APRENDAN a ser mejores personas.

¡Ánimo!, hay que aprender a vivir.

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