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Al ser humano le parece tan extraño existir que las preguntas filosóficas surgen por sí solas. Jostein Gaarden (Filósofo Noruego)

Sin pedirlo ni hacerlo por uno mismo, de pronto el ser humano, se encuentra a sí mismo en la vida, como alguien que despierta por primera vez en un lugar desconocido.

Nosotros no buscamos la existencia. Hemos sido empujados a este lugar y nos encontramos con nosotros mismos. Al despertar, tomamos consciencia de nuestro ser. Miramos alrededor y observamos que también existen otras realidades que no son “yo” y sin salir de nosotros mismos, nos encontramos con elementos de nuestro ser; cuerpo y su forma, temperamento, carácter, etcétera. Es entonces cuando comenzamos a relacionarnos con los demás, con “lo otro”. Entonces aparece el placer al encontrar realidades fuera o dentro de nosotros que nos gustan, que causan una sensación agradable. También, se encuentran otras realidades que nos desagradan.

Se establecen dos clases de relaciones: en primer lugar, con lo agradable. Nace espontáneamente el deseo de poseer lo que nos es querido, según el caso. Así que lo que causa placer se le considera como un bien y cuando el bien que ya se tiene o se intenta tener corre el peligro de perderse, aparece el temor y se genera una cantidad de energía para defenderlo y no perder lo que le es agradable.

Recordemos que todo lo que “resistimos” se convierte en “enemigo” e igualmente todo lo que se teme, ya que el temor es de alguna manera “resistencia”.

Tememos y resistimos a varios “enemigos”: la enfermedad, el fracaso, el desprestigio, etc., y por supuesto, a las personas que tienen que ver con esas calamidades. En consecuencia, si la persona se deja llevar por todo lo anterior, vive sombría, temerosa, suspicaz, agresiva ya que se siente rodeada de enemigos.

Es cierto que “la resistencia emocional” por su propia naturaleza sirve para anular al enemigo, con acciones. Hay realidades que se pueden anular estratégicamente como la enfermedad y la ignorancia. Sin embargo, la mayoría de lo que causa disgusto no tiene solución como los llamados imposibles o los hechos consumados, cuando ya nada puede hacerse.

Si unos males tienen posible solución y otros no, se presentan dos caminos de conducta: la locura y la sabiduría. El camino de la locura, es resistir mentalmente con el mecanismo de la negación. Cuando con mesura y objetividad descubrimos y aceptamos que lo que nos disgusta, entristece o avergüenza, no tiene solución ¿Para qué lamentarse? Puede tomarse el camino de la sabiduría que es discernir lo que se puede cambiar y lo que NO se puede.

Aceptación y abandono con fe y en paz en las manos del Creador cuando aparece lo que nos rebasa y no está la solución ni en nuestras manos ni en las de nadie más.

¡Ánimo! hay que aprender a vivir

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