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El comportamiento del ser humano puede descifrarse como una serie de motivos instintivos que se repiten cíclicamente. Hemos aprendido a cerrar los ojos y tomar como cierto y adecuado ese impulso que viene desde el estómago y que nos lleva hacia la acción; para bien o para mal. Quizás hemos dejado de pensar o más bien hemos aprendido a sentir.

Aunado a esto, pareciera que en estos días nos encontramos más propensos a escuchar esa urgencia interna que nos pide a gritos un cambio. ¿Pudiera ser esto un contraste ante la realidad que agobia las almas de tantas personas y en tantas partes del mundo? Probablemente nuestro nuevo instinto humano sea el de salvarnos.

Para la lectura de esta semana, estamos ante un texto de la mitología nórdica. Dicha historia viene a través de letras compartidas carentes de un autor, como todos esos relatos que han sobrevivido de boca en boca rompiendo el olvido.

La leyenda cuenta la vida de Hedinn y Hogni. El primero, poderoso y gran guerrero; el segundo, rey de Dinamarca. En medio de una caza, Hedinn se encuentra con una hermosa mujer de nombre Göndul. El guerrero naturalmente se desenvuelve ante ella contándole sus grandes proezas y valentías, el número de reinos que había sometido y el respeto que su nombre había adquirido. Al final de la plática, él le pregunta si conoce a un hombre que pudiera superarlo en poder y para su sorpresa Göndul responde afirmativamente: Hogni.

El reto estaba en la mesa y Hedinn se dirigió hacia Hogni para someterlo. Grande fue la sorpresa de ambos cuando, una vez aceptada la competencia, resultan iguales en fuerza y virtudes. La solución viable y noble fue declararse hermanos de sangre y compartirlo todo. El tiempo transcurre y Göndul aparece de nuevo para embriagar a Hedinn y envenenarle el oído y el instinto, recordándole lo absurdo que resultaba ser “el igual” de otro. Ella sugiere la idea de casarse con la hija de Hogni y matarla una vez que sea su mujer para demostrar quién era el mejor.

La venganza resulta en un campo sangriento con más pérdidas que ganancias. Entonces la hija de Hogni, ahora esposa de Hedinn, reza y pide a los dioses el regreso de todos aquellos guerreros muertos. Así nace la magia de una batalla eterna que se repetirá todos los días hasta el fin de los tiempos.

Cierto es que no estamos muy lejos de ser esos guerreros que luchan día tras día, año tras año. Habría que razonar contra qué luchamos y aprender a escoger nuestras batallas.

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