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En tiempos actuales, cuando es más sencillo descargar el sentimiento en una red social donde todo quedará guardado, y probablemente olvidado, pareciera que continuamos teniendo dificultades recurrentes: no sabemos expresarnos.

Los filtros no existen y las personalidades relucen a través de los dedos que envían mensajes que buscamos compartir como parte de nosotros mismos, como si se tratara de una ventanita hacia nuestro interior que deja ver solamente aquello que podemos adivinar sin certeza. ¿Son pensamientos que asaltan la tranquilidad y necesitan ser virtualmente visibles? ¿Son desahogos? Hay encanto en no saber cuáles son los motivos reales de quienes cuentan su vida a través de un perfil, porque lejos de conocer lo que imperantemente desean comunicarnos, lo primero que percibimos es una urgencia. La urgencia de comunicar.

Resulta un tanto más complicado obedecer este impulso de comunicar algo en persona. ¡Y qué decir si lo que estorba en el interior es un sentimiento! Impensable. Eso supondría leer los gestos de alguien, y anticipar con esperanza la reacción de sus ojos ante la oración que torpemente hemos formado en la mente. No todos quieren encontrarse en el terreno patinoso de la vulnerabilidad.

Tyler Knott Gregson es un poeta estadounidense que publica desde la virtualidad y las redes sociales, logrando un balance ideal entre la creación poética y las exigencias de la escritura moderna. Sin embargo, e incluso contrariamente, sus poemas resultan una invitación para retomar todas aquellas prácticas sociales que van quedando de lado. Así, sus versos parecen guiños que alientan a retomar un pasado comunicativo y un actuar de antaño; personal y presencial.

En su poema #1953, escrito en máquina de escribir, encontramos versos que no tienen una introducción que nos prepare. En cambio, una orden inmediata está dirigida hacia nosotros: “Dilo. Y arriesga la humillación. Grítalo o susúrralo, o píntalo en tu piel. Solo dilo”.

Nos tiene en la palma de su mano, y automáticamente hemos pensado en eso que traemos haciendo ruido dentro. Sabiendo que el alivio solamente vendrá si la expresión sale acompañada de nuestra voz.

Inmediatamente pinta un escenario familiar: “Todo lo que tienes miedo de decir, voz temerosa y manos temblorosas, dilo. Acércalos a ti, encuentra sus ojos y dilo. Todo”. ¿Qué es este valor que se siente como impulso? La fuerza del poeta se contagia para que en persona digamos todo, a quien corresponda.

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