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Al hablar caemos en la curiosa tendencia de buscar todas las palabras posibles para evitar frases directas y en lugar de ello preferimos utilizar las mejores oraciones que nos permitan darle mil vueltas a un asunto. No es culpa nuestra, ciertamente. Hemos crecido bajo parámetros de cortesía que nos hacen repensar todo cuanto sale de nuestra boca para evitar grandes catástrofes orales: la vaguedad, la mentira y la ofensa.

Ciertamente, y en grupos más pequeños, existen personas que contra lo anteriormente dicho, parecieran no tener control alguno sobre lo que su mente piensa y alcanza a expresar. Si pudiéramos pensar en ellos como una imagen, diría que son ese chorro de agua que corre de una llave nueva; que no bien se abre, expulsa con potencia todo lo que contiene. Lo sabemos; hay personas así. Y por suerte para nosotros, en este día, hay historias así.

“Población: insostenible” es un cuento del autor ruso Nikolai Pavlov, que, contrario a nuestra primera postura, llega con todas las letras necesarias para estremecer nuestra tranquilidad futura. Y al decir futura, me refiero exactamente a esa proyección que hizo el autor entre 1822 y 1860 con los primeros relatos de ciencia ficción que hoy llegan ante nosotros.

En la historia, estamos situados en un punto donde para conocer lo que ha sucedido es necesario mirar hacia atrás, pues hablaremos del pasado. Pero no el nuestro, sino el pasado de la historia donde el presente es nuestro futuro. Complejo, sí, para leer dos veces.

Imaginemos que alguien nos narra cómo en el futuro la civilización humana ha colapsado moralmente a tal grado que las separaciones que hoy comienzan a parecer evidentes en muchos años por delante serán definitivamente irremediables. Así, conocemos la perspectiva de Diane, quien desde su marginalidad cuenta cómo la población mundial se ha reducido de dieciséis mil millones de habitantes a once mil millones de habitantes. ¿Se enfermaron y murieron? ¿Qué les pasó? Nos enteramos de que la reducción se debió a la desaparición de la pobreza, pero no para bien. “El mundo dejó de ser pobre, porque el mundo ignoró la pobreza”.

Entre líneas, y en pocas palabras que llegan directamente, podemos sentir lo frío de esa realidad que se pensaba disparatada e imposible, y que hoy parece tan cotidiana. Atrapados entre amenazas a la salud y el pánico colectivo, evitemos ser quienes ignoran a los de abajo. Si bien nos estamos reduciendo, que no sea por el acto de ignorar.

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