|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

Desde hace unos días que transitamos el tiempo a la espera de un polvo proveniente de tierras lejanas y que ha ido meciéndose en los aires que atraviesan países para encontrarnos aquí. En este nuestro espacio que se viste de mal anfitrión porque digamos que nuestras situaciones actuales no valen mucho para hacer sentir bienvenido a ese cúmulo de partículas visitantes.

El polvo del Sahara nos ha encontrado en medio de un caos interno y externo. Nos ha envuelto con su bruma carente de agua y a momentos melancólica. Es visible, te digo. Como si se tratara de una especie de juego mental, porque, ¿quién puede imaginar el polvo? Cierto es que muchos habitamos entre ese que se posa sobre los objetos que rodean nuestra vida y nuestras circunstancias; pero claro, hay muchos tipos de polvos.

En estos días, cuando sin saberlo también esperaba con ansias disimuladas la llegada de este fenómeno, no dejaba de pensar en el fragmento VII de Trayectoria del polvo de la escritora mexicana Rosario Castellanos y en el intento de buscar relaciones mentales que sirvan como tranquilizante ante la anticipación de algo que no conocemos, o que no recordamos.

Dentro de los versos de dicho fragmento, se habla de la muerte. De cómo poco a poco se mete por los poros y se acomoda para quedarse. Dice que no podemos correr de ella ni precipitarnos a su encuentro porque corremos el riesgo de ser engañados y frustrarnos en el intento de ponerle nombres o sentimientos. Sabemos que está y que nos espera, que de pronto nos cubre y nos abraza en un silencio obscuro; sabemos que llega pero no sabemos cuándo. ¿Es su encanto? No se puede saber.

Cierto es que para nosotros, salvo algunas incomodidades respiratorias, torpeza visual, deseos confusos por ver el sol y por fin habitar entre algo conocido, mucho daño no nos hará. Pero sí nos dejará con la pregunta: ¿a qué vino entonces? Quizá el detalle que debilita el espíritu sea aquel que radica en que nuestras almas ya no pueden soportar más tensión ni visitas inesperadas. Estamos cansados de eso que no conocemos.

A veces no sabemos con certeza qué es lo que extrañaremos en el futuro. Entonces igual y deberíamos dejar que todo transite al mismo tiempo que preparamos el espíritu desde nuestras guaridas. Ya sea que se trate de polvos opacadores, virus violentos o existencias que pesan; sepamos que la calma está dentro de uno y se manifiesta en formas diferentes; tal como en el precioso arte de simplemente esperar.

Lo más leído

skeleton





skeleton