|
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram
Compartir noticia en twitter
Compartir noticia en facebook
Compartir noticia por whatsapp
Compartir noticia por Telegram

No todos saben contar historias y son muchos quienes, ignorando su incapacidad, toman el ejercicio de narrar oralmente como la mejor de sus virtudes. Otra cosa es, naturalmente, el talento que tienen algunas mentes brillantes para dejar por escrito aquello que, de ser exclamado a voz viva, carecería de sentido.

Mi mamá es experta en contar películas y respeta la cronología de los sucesos de manera que siempre, en el tiempo perfecto, llegan a tus oídos las acciones más importantes para dar vida a un resumen magistral. Mi papá, maestro en contar historias pasadas, es fiel a los detalles y tiene la capacidad de recordarlos para luego compartirlos en una historia que, si bien la conoces, quieres escucharla de nuevo; tiene encanto. Yo, por otra parte, tiendo a divagar en una terrible incompatibilidad de tiempos y sucesos, quedo en blanco, guardo silencios, miro hacia el cielo en busca de conectores orales, repito cosas, pregunto por lo que acabo de decir y termino narrando una suerte de historia medio entendible. Afortunadamente, cuando no hablo y sí tecleo, la organización entre mi mente y dedos fluye con orden; me deja avanzar compasivamente.

“El rey”, del escritor ucraniano Isaak Bábel, es un ejemplo de vocación en alguien que nació para contar cuentos fundamentalmente complejos, haciéndolo de forma fina, concisa y entretenida; absolutamente envidiable. Bábel toma el tiempo de la historia en sus manos y pareciera mezclarlo en una invisibilidad azarosa para tomar un camino, un personaje, una historia, un enfoque. ¡Es un maestro! Todo cuanto narra tienen un peso, todos pueden ser protagonistas y se puede partir de cualquier punto para el entendimiento de la historia. Repito; es envidiable.

Para la narración de “El rey” se avanza entre dos casamientos, una amenaza de redada, la organización perfecta para una fiesta de boda, donde la novia es una mujer enferma y poco agraciada, y el novio una representación de tristeza y resignación. Los envuelven temas políticos, sociales y acuerdos beneficiosos entre ambos. La presentación final, como sello de Bábel, es el desorden aborrecible del goce por parte de los invitados aunado a un humor circunstancial exquisito.

Qué suerte narrar como lo hace Bábel. Con la consciencia de tener al lector en la mano sabiendo que cada uno de tus dedos es un enfoque armonioso, perfectamente estructurado, y también un destino atractivo donde los gustos de cualquier tipo de ojos van a querer posarse, sonreírse y quedarse.

Lo más leído

skeleton





skeleton