Zagalejo de perlas
Julia Yerves Díaz: Zagalejo de perlas
Feliz Navidad, mamá
Si pensamos en el arte de llevar la contraria podríamos tomar estas fechas y las celebraciones relacionadas como el pretexto para desencajar y sabernos diferentes, si acaso superiores, a todas aquellas almas celebrantes que traspasan el límite de lo razonable para lo que podemos considerar “un día normal”. Lo cierto es que no es un día normal. Es la Navidad; estamos tratando con un nacimiento.
¿Qué es lo que nace exactamente? Puede ser diferente. Desde una inocencia primaria esperaba recibir exactamente lo que había visto en comerciales televisivos y posteriormente inmortalizado en mi carta. Hablo entonces del nacimiento de una expectativa ilusoria donde cada año, con suerte, “me traerían algo”. El nacimiento a la idea posterior fue más interesante.
Santa Claus tenía nombre de persona, llevamos el mismo apellido y se parecía mucho a la imagen de mi papá o mamá dejando, sigilosamente, regalos bajo el árbol tras haber despistado a cuatro niños. Todo era precioso, pero no encontraba la relación entre la gran fiesta y el hecho de ir a la iglesia con mi mejor vestido, una crinolina picándome las piernas y un lazo monumental en la cabeza.
Lope de Vega vino a dar sentido a lo que decido celebrar. En “Zagalejo de perlas”, cada verso es un acercamiento a la historia posterior de un ser pequeñito que nació en una cueva. Conocemos su nombre, hemos cantado por él, festejamos el día con un banquete familiar, a las doce nos abrazamos diciendo felicidades, felicidades tío, felicidades abuelita, feliz Navidad mamá. Y el que nació, ¿dónde nace ahora? Diría que el corazón y el recuerdo son un buen sitio.
Para el poeta, el enfoque se mantiene en los instantes siguientes: “Hijo del Alba, ¿dónde vais que hace frío tan de mañana?”. Parece que pudiéramos ver la escena en palabras carentes de cursilería innecesaria. En cambio, se presentan llenas de un amor desbordado que invita a mirar su continuación: “qué tenéis que hacer, pastorcito santo, madrugando tanto lo dais a entender; aunque vais a ver disfrazado el alma, ¿dónde vais que hace frío tan de mañana?”.
Tendríamos que saber cómo continúa la historia y seguir los pasos para saber qué sucede con ese niño al que Lope de Vega parece mirar como si pasara delante de él y se dirigiera a un destino sutilmente referido que puede pasarse por alto al vibrar entre una serie de palabras perfectas, dispuestas para describirlo. Este poema es justamente eso: una imagen preciosa.