El lobo

En esta semana que transcurre, pensaba en una lectura que nos llevara de la mano hacia estos aires navideños que tan cercanos están de la piel y del espíritu.

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En esta semana que transcurre, pensaba en una lectura que nos llevara de la mano hacia estos aires navideños que tan cercanos están de la piel y del espíritu. Buscaba también todas aquellas palabras que guiarían el pensamiento que hoy viene a desenvolverse ante ti, lector.

No ocurrió así. Hay lecturas que están destinadas y vienen con el tiempo exacto para aparecerse frente a uno, y poco podemos hacer para evitarlas: nos atrapan.

“El lobo” que no es El lobo estepario, del autor alemán Hermann Hesse, es un cuento largo que se presenta con fuerza ante nuestros ojos. Adelanto que la historia principal es la del instinto animal y el instinto humano; como si se tratara de un choque entre ambos para ver quién lleva la sangre más inquieta y quién puede prevalecer en la vida.

Dentro de la historia, una manada de lobos se ha dividido de su grupo principal y emprende un camino distinto con fines alimenticios. Pronto leemos sobre la presencia de un lobo sin nombre que es reconocido por su belleza indescriptible. Un animal verdaderamente hermoso cuya anatomía perfecta se dibuja frente a nosotros a medida que leemos y lo vamos creyendo invencible.

El animal, confiado en su fortaleza y agresividad, viola el espacio humano y se dirige hacia una granja de vacas. Entre el escándalo de las víctimas y los gruñidos del lobo, los hombres salen a su encuentro con armas y machetes para enfrentársele y matarlo. El lobo huye con un machetazo en el cuerpo y se refugia en lo alto de las montañas, terreno que él conocía y donde podía estar aparentemente a salvo. Sin embargo, sabemos que las balas destruyen todo al impacto y no conocen de terrenos y límites; el lobo hermoso cayó.

¿Podemos estar de acuerdo con ambos lados? Pienso en la naturaleza del lobo es aún más fuerte que la del humano.

Respetamos el instinto animal tanto como el nuestro, nos sabemos frágiles y destructivos en un mismo cuerpo. Nuestros fines no justifican nuestros medios; los suyos sí. El lobo puede ser cualquiera.

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