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Un día el empleado apuñala a su patrón, a plena luz del día, en la puerta del negocio, hasta matarlo. La Fiscalía lleva al sujeto a juicio por homicidio calificado y espera darle una condena de “prisión perpetua”. La anterior podría ser una descripción reduccionista de la trama de la película “El Patrón: radiografía de un crimen” (Sebastián Schindel, 2013).

Pero lo que este filme intenta es precisamente lo contrario: pasar de la visión del propio acto delictivo y sus consecuencias legales, al de una defensa que apela a las circunstancia que llevaron a un homicidio por emoción violenta, prevista en las leyes de ese país.

Hermógenes Zaldívar, el protagonista de esta trama basada en hechos reales plasmados en una novela del criminólogo Elías Neuman, es un joven peón analfabeta que tiempo atrás llega a Buenos Aires con su esposa huyendo de la falta de oportunidades en su región. Luego de los hechos es turnado a la defensa pública y espera, durante tres años en prisión, la resolución de su caso.

Un joven abogado se topa con el expediente del caso y, después de estudiarlo, descubre las verdaderas circunstancias que lo rodean; decide defenderlo y solicitar una condena de 3 años.

Tal como alega ante el Tribunal, el abogado descubre cómo Hermógenes y su esposa resultan ser víctimas de una serie de abusos infligidos por el patrón y que se equiparan a una situación de esclavitud.

El joven, con discapacidad en una pierna, es contratado por el dueño de una cadena de carnicerías como peón; su diligencia y sumisión hacen que el patrón, un hombre violento y sin escrúpulos, lo ponga al frente de una de sus tiendas, persuadiéndolo de sacar provecho incluso de carne en mal estado a cambio de mayores ganancias. El empresario, además, ocupa a la esposa de

Hermógenes para el servicio en su casa sin pagarle y, cuando ésta se queja, la expulsa de la vivienda, prohibiendo al joven que le permita volver a un cuarto que les renta, aun sabiendo que ella está embarazada. Hermógenes sobrevive y resiste a los abusos, incluso al trabajo sucio encomendado, bajo las violentas amenazas pero también, ingenuamente, bajo las falsas promesas del patrón: aprovechándose de la nula instrucción del joven el empresario retiene casi todo su sueldo por el pago del cuartucho que les renta y por el de una casa en construcción que les ha prometido les entregará en poco tiempo.

En su alegato el defensor le expone al tribunal: “El señor Zaldívar recibía al final de mes como salario una ilusión, la ilusión de una casa que nunca existió, un hogar donde por fin iba a reunirse con su familia de la cual había sido obligado a apartarse”.

“El fiscal solicita la reclusión perpetua, yo digo que Hermógenes ya viene de la reclusión perpetua, de la reclusión del analfabetismo, de la exclusión social, del arrebato de su dignidad. Qué mayor disparador de la emoción violenta que la esclavitud, que verse apartado de su familia?”.

Neuman plasmó en el libro que da base a la película sus aportaciones y la crítica a “la idea de que las penas severísimas sirven a la prevención”.

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